martes, 7 de agosto de 2007

Comunicación a la carta

WASHINGTON, DC.- Analizar, estudiar y proyectar el uso y utilización de las herramientas de la comunicación tiene tantos ramales como propósitos y objetivos.
Aquí, en lo que muchos consideran la capital del planeta tierra, desde hace varios años –por lo menos 3 o 4 veces cada año- nos estamos reuniendo periodistas, políticos, gerentes de campañas, consultores de imagen y comunicación, ejecutivos de gobiernos y firmas privadas, cientistas y periodistas, para disfrutar de un menú diverso y apetecible de Comunicación a la Carta en seminarios y talleres que son cada vez más concurridos.
The George Washington University, a través de su Escuela de Graduados en Gerencia Política, está apadrinando de esa forma el surgimiento de una nueva clase política en América Latina, cimentada sobre la base de la formación y el estudio de la comunicación. Y es que ya sólo los políticos estúpidos y atrasados prescinden del uso de la comunicación para promoverse y promover sus ideas.
Marketing político, internet en la campaña, gerencia de comunicación, estrategia, manejo de crisis, defensa y ataque, publicidad y propaganda, mapas de acción política comunicacional, persuasión, gestión de cambio, manejo de imagen, el candidato y los medios, relaciones públicas, el discurso y otros temas, son algunos de los puntos en agenda de estos eventos.
Esta vez, por primera ocasión, la República Dominicana se ha acercado extraordinariamente a México, en el liderazgo cuantitativo de asistentes a los seminarios en GWU, con la participación acreditada de cerca de medio centenar de compatriotas en el Tercer Taller Internacional de Gerencia para Proyectos de Cambio, o más bien, de Comunicación para el Cambio.
Tan nutrida asistencia ha sido posible por la voluntad y decisión de instituciones y figuras públicas que han acudido por sí mismos o promovidos y motivados por terceros, y al entusiasmo con que la secretaría de la Juventud asumió el compromiso con GWU de servir de canal para que líderes jóvenes dominicanos se capaciten e integren en tareas formativas de comunicación y política.
Vale reconocer en Manuel Crespo y su equipo la pluralidad en la selección de los participantes, que provienen de los principales partidos que activan en el país (hasta de la Alianza por la Democracia de Max Puig).
Ojalá que este esfuerzo de todos por adquirir más conocimientos se traduzca en su aplicación, en disfrute de este menú de Comunicación a la Carta que solamente cae mal al parque jurásico que aún medra en la conducción de algunas de nuestras organizaciones políticas.

miércoles, 18 de julio de 2007

Pipigua, yo mismo

El uso de sobrenombres es tan común en la cotidianidad dominicana que pocas personas carecen de una forma de identificación que no sea el nombre de pila con que lo incluyeron en el registro civil tras su nacimiento.
Hay quienes afirman que esa es una forma de protección superticiosa que viene de antaño, enraizada en la influencia afroantillana de nuestros ancestros, mientras otros lo hacen para tener un nombre a la moda, no anticuado como el que entienden le dieron sus padres al nacer.
Hace pocos días, en ruta hacia la ciudad de Santiago, me detuve en La Cumbre para almorzar y dirigiéndome a una de las mesas, escuché un “¡¡¡Pipigua!!!” que me alertó sobre la presencia de alguien que me conoce desde hace mucho tiempo, ya que solamente mis relacionados del pasado me identifican así con cariño.
Un fuerte abrazo selló aquel re-encuentro con Rafael Emiliano Agramonte Polanco (Machanito), abogado, ex ministro, político, quien fuera ayudante del fiscal del Distrito Nacional del gobierno en armas del coronel Caamaño, y de quien atesoro gratos recuerdos.
Cómo olvidar aquella gestión gratuita suya en 1968 que posibilitó mi primer viaje de estudios al extranjero siendo un mozalbete, y su disposición pública –hará cosa de 30 años- “a hacer lo que sea” para que yo tuviera una columna fija en un medio escrito, apenas arrancando mi carrera, de la que cada día me enorgullezco más.
Coincidir con Machanito en La Cumbre me motivó a escribir estas líneas sobre mi personaje favorito: Pipigua, que soy yo mismo, y al que no he encontrado par en ningún diccionario ni en ninguna latitud, lo que quiere decir que es único, que no hay otro Pipigua, que yo sepa hasta hoy.
Contrario a lo que muchísima gente cree, no es de Juan Bosch la paternidad del sobrenombre de Pipigua; él sí solía decirle a mi madre, en el patio de la Casa Nacional, entonces del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y hoy del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), “con Pipigua me voy a quedar yo”, aunque después me consideró desafecto.
El creador de este tan original calificativo fue Roberto Hernández, larguirucho y flaco compañero del liceo Unión Panamericana (cuando éste funcionaba donde hoy está el Museo Nacional de Historia y Geografía, en la Plaza de la Cultura), del que hace muchos años no tengo noticias y cuya última ubicación conocida fue como servidor de uno de los departamentos de la secretaría de Estado de Finanzas, hoy de Hacienda, donde por una de esas coincidencias del destino ofrezco mis servicios en el presente.
Nunca me lo dijo, pero creo que Roberto, uno de los líderes de la UER (Unión de Estudiantes Revolucionarios) en el Panamericano de aquellos tiempos, se inventó a Pipigua para graficar la conjunción de mi pequeña estatura con la inquietud, habilidad, solidaridad y activismo que me eran comunes. Ese mismito soy yo: Pipigua, para mis amigos de verdad, que lo dicen con afecto y cariño.

miércoles, 11 de julio de 2007

Reconversión y/o reingeniería política

La herramienta de más reciente manufactura para el cambio político en América Latina es la que se impulsa con las acciones de la denominada sociedad civil y los llamados movimientos sociales, estos últimos motorizados fundamentalmente por toda una historia de marginalidad, discriminación y precariedades, que a ciertos estamentos del status quo le reportan beneficios tangibles e intangibles en demasía.
Así, hemos contemplado en los dos últimos lustros como protestas cívicas de tribus indígenas se han llevado de encuentro a varios gobiernos en Sudamérica y como sectores desprivilegiados de antaño se han erguido en fuerzas políticas decisorias accesando al poder por las urnas derrotando fuerzas tradicionales del partidarismo latinoamericano.
Simultáneamente, célebres y celebrados núcleos teóricos-pensantes que han encontrado habitat financiero y protagonismo público enclaustrándose con ínfulas de oráculos en especies de logias fiscalizadoras que dicen representar la sociedad civil, también han jugado su papel en la misma orientación.
A tal extremo, que casi con los mismos nombres y siglas en latitudes diferentes, se yerguen hasta en escrutadores de las instancias institucionales llamadas a conducir y dirigir los procesos en que los pueblos sufragan para darse los gobernantes que ¿prefieren o merecen?.
Es la lección que deben asimilar los regímenes bobalicones que bailan entre el populismo y la demagogia en el hemisferio, atados a las decisiones plutocráticas de oligarquías partidarias que se resisten al cambio en la forma y esencia de hacer política.
En República Dominicana, vale decirlo, podrán existir y activar movimientos que pretenden tener la naturaleza socio-reivindicativa de otros puntos aún en nuestra propia América, pero todavía estamos distantes de que explosionen de tal manera que puedan socavar y llevarse de paro al sistema democrático-representativo que –con sus fallas y defectos- para nosotros es el que nos brinda mejor forma de vida y cohabitación.
Los niveles de pobreza, la sumisión e ignorancia de sectores carenciados y la naturaleza y hábitos mismos de nuestros pueblos, fomentan en gran medida el clientelismo al que se aferran indoblegablemente los dirigentes jurásicos de las cúpulas partidarias latinoamericanas.
Los cambios han comenzado a sentirse, se está imponiendo la reconversión y/o reingeniería de las estructuras partidarias, muchas de ellas caducas e infuncionales para alcanzar el desarrollo integral de nuestros pueblos, y los aires gerenciales están soplando en las instituciones políticas, conminadas por la realidad de estos tiempos a asimilarlos o, simplemente, a desaparecer …quieran o no los dinosaurios.

martes, 3 de julio de 2007

Ganar las elecciones

Cierto es que los grupos focales (focus groups), las encuestas y los estudios de mercado, entre otros sistemas de medición política, son herramientas eficaces y apropiadas para montar la zapata de investigación sobre la que debe sustentarse una campaña electoral. Pero eso no lo es todo.
Un proyecto político se estructura sobre la base de triunfar en elecciones, no de estar puntero en cualesquiera de las mediciones que ya hemos señalado y caer derrotado el día de la confrontación en las urnas.
Por eso es, que algunos tratadistas del marketing político postulan que hay campaña de aire y campaña de tierra. La de aire es la que se basa, fundamentalmente en la publicidad, en el agüaje diríamos aquí, y la de tierra es la que busca los votos hasta debajo de las sábanas, con el contacto directo y el trabajo proselitista sobre el terreno.
La realidad política contemporánea, principalmente en naciones como la nuestra, nos revela que es decreciente el nivel de confianza de la ciudadanía respecto a los partidos políticos, a los medios de comunicación y a la actitud de muchos líderes que buscan gobernar.
De ahí, que muchos patrones de acción en la vida pública de estos se estén comenzado a modificar y estemos contemplando la modernización de los partidos, el cambio de sus estructuras, el uso de herramientas comunicaciones y del marketing político y la capacitación, principalmente en imagen, comunicación y relaciones públicas.
Un político, un proyecto, una causa, bien pudiera estar delante en todas las mediciones, de todo tipo, que se realizan en el período pre-electoral, y desplomarse estrepitosamente a causa de una estrategia inadecuada en la recta final. Es lo que deberían entender los que, triunfalistas, se disputan los ministerios, direcciones generales y otras posiciones gubernamentales antes del día de los sufragios.
El asunto no es de ganar encuestas, no es de tener preferencia mediática. Hay que buscar la percepción del ganador –eso sí- pero, más que eso, hay que trabajar con los votantes, hay que convencer a los electores, ganarse a la gente, sintonizar con sus problemas y necesidades.
Varios consultores políticos triunfadores sostienen que una buena campaña es la que cuenta con los componentes básicos de organización, descentralización y contacto directo.
Organización para buscar eficiencia y eficacia máximas en el trabajo político. Descentralización para multiplicar los resultados positivos del trabajo de base y el contacto directo para que los electores se identifiquen y sintonicen con el candidato o partido.

lunes, 25 de junio de 2007

La ruta crítica

La ruta crítica de una campaña electoral comienza con el arranque del periplo final en el cronograma estratégico del proceso hacia la confrontación en las urnas de los candidatos. Dicho en otras palabras, cuando comienza la fase final de la campaña es cuando en realidad arranca la ruta crítica para el candidato y sus aspiraciones.
Se supone que cuando llega ese momento, ya el candidato tiene todo su equipo estructurado, todas las fichas han sido colocadas en su lugar, y en su esquema estratégico la maquinaria no tiene problemas de celos internos ni faltan aristas en la cadena de mando.
Los estrategas de campaña tienen un reto –quizás el más grande desafío- en lograr el ingreso en esta delicada parte del proceso con el menor número de problemas. Si lo han logrado, podría decirse que van bien posicionados a la confrontación final, que solamente deben estar atentos en los detalles, que son los que a veces ponen la situación fuera de control.
Sabiduría y serenidad son atributos que se requieren en demasía al llegar a esta etapa, donde en ocasiones los males intestinos ocasionan más daños que las escaramuzas con los adversarios externos.
Basados en los mapas que se estructuran por los resultados de la investigación, los equipos de campaña de los candidatos diseñan estrategias acorde con los propósitos que animan la propia existencia de cada proyecto político. De ahí, que las pesquisas sobre el pensamiento, las simpatías, anhelos y aspiraciones de los votantes sean la base primaria de toda estrategia de campaña.
Sólo los ignorantes, apasionados y emotivos “dirigentes” y/o “asesores” desfasados desprecian el valor de la investigación en el mercado político contemporáneo. Parecería un contrasentido, más bien “una becerrada”, pero en todo equipo de campaña nunca faltan los que -en nota discordante- tienen opiniones y criterios del pasado, superados por la existencia de nuevas técnicas y herramientas de defensa y ataque, según sea el caso.
Por ejemplo, en casi todas las latitudes, el Internet se ha convertido en una herramienta muy importante para los estrategas de campaña. Los web sites de los partidos, los blogs de los candidatos o el envío de boletines o mensajes por e-mail hacen que ya las campañas no se reduzcan a los tradicionales mitines, a la colocación masiva de anuncios(a veces aburridos) o a los propios debates televisados.
Sin embargo, hay orquestadores de campaña que no creen todavía en lo virtual ni en la influencia y penetración del mundo digital. Lo grave es, que a veces hasta convencen a los candidatos, muchos de los cuales aún no saben ejecutar un sencillo encendido de una computadora. Y no crean que esto es una exageración.
Y para la ruta crítica, detalles aparentemente simples, de esta y otra naturaleza, tienen que ser tomados en cuenta.

Ilusiones de campaña

Casi como tradición, en toda campaña electoral abundan las ilusiones: Las que venden los candidatos por obtener el favor de los votantes, las que se hacen los electores escuchando las ofertas de los candidatos y las que transforman a los aspirantes en ilusos.
Como recurso para buscar adhesiones, es válida y legítima la venta de ilusiones de parte de los candidatos, ya que no se puede obviar la realidad de que en cada torneo electoral la gente persigue mejores y mayores estadios de bonanza y progreso, siempre vistos desde la óptica muy particular de cada quien. ¡Y qué mejor manera de atraerse votantes que ofreciéndoles lo que ellos anhelan!.
En cuanto a las ilusiones que se hacen los electores por las ofertas de los aspirantes, vale decir que es una manifestación sociológica de espontaneidad como respuesta a la efectividad de los mensajes del candidato. A ofertas brindadas con mejores mensajes, mayor suma de adhesiones.
Y las que transforman a los aspirantes en ilusos son aquellas que surgen de la emotividad, cuando erráticamente las apreciaciones y estimaciones de los candidatos y/o sus equipos están muy alejadas de la realidad. Vale decir, cuando en la percepción estratégica del aspirante o candidato todo anda o pinta bien mientras sobre el terreno las cosas van de mal en peor.
Tan primitivo como pernicioso es el recurso de ofrecer a la gente conquistas y metas que de antemano se saben inalcanzables, toda vez que ello convierte al ofertante más en demagogo que en aspirante.
Ingenuo y razonable es, en cambio, que el elector se forje ilusiones de lo que le ofrecen quienes aspiran a ser beneficiarios de su sufragio por cuanto y tanto ya hemos señalado que se trata de viandas válida y legítimamente brindadas al votante. De su sentido común y raciocinio dependerá su decisión.
Y como de aspirantes y candidatos ilusos están llenos las campañas, nunca faltan los que se creen predestinados o mesiánicos, que nunca se preparan para perder, y si son derrotados -sea en contienda interna o externa- no hay alegato más recurrente que el de “me hicieron fraude”. Son apegados fieles a aquello de “yo, o que entre el mar”.

Rumores, rumores, rumores

La sinrazón y la falta de argumentos y consistencia para sostener o impulsar cualquier causa abrazan generalmente el recurso de la propagación de rumores en procura de alcanzar peldaños que la realidad y la verdad no ponen a su disposición.
La práctica no es de ahora ni exclusiva de nuestro país. Hay quienes con ella han alcanzado buenos resultados y no faltan los que, aunque hacerlo no les reporte beneficio de causa a sus proyectos, insisten en su uso talvez por aquello de que “el día más claro llueve”.
De esa forma, ante cada proceso político que involucre una competencia, no faltan los que –aparentemente especializados en la materia- recurren a propagar rumores para que la gente, mejor deberíamos decir los incautos, asuma como verdad situaciones alejadas de la realidad.
Es cierto que difundir algunos rumores a veces arrastra a la ocurrencia de coyunturas porque contribuye a modificar acciones o a reprogramar estrategias. Visto desde ese ángulo, en determinados momentos algunos rumores puestos a circular han cumplido su cometido.
Ahora bien, que una estrategia diseñada para vencer, ganar o triunfar (como usted prefiera llamarle) tenga su base en rumores, no es correcto. Es condicionar la posibilidad del éxito a una eventualidad, por demás sujeta a variables subjetivas y hasta imprevistas.
Como recurso comunicacional, por lo menos en campañas políticas, la propagación de rumores coloca la estrategia sobre el filo de la navaja, arriesga mucho –talvez todo- y es poca o escasa la posibilidad de éxito. Y los estrategas que ponen los huevos en ese tipo de canasta tienen que estar preparados para lo peor.
Desvencijados por las verdades, triturados por la metodología de la disciplina basada en tratar de colocarse siempre pasos adelante del adversario, los rumores sucumben en el descrédito junto a sus propagadores.
Sin embargo, “cada loco con su tema”, como repite el pueblo, con su proverbial sabiduría de siempre.

miércoles, 20 de junio de 2007

Manejo de crisis

Una de las áreas más sensitivas de la estrategia de comunicación en una campaña electoral es la que tiene que ver con el manejo de crisis.
Si se enfrenta con emociones o apasionamiento, probablemente la situación de crisis –que podría ser coyuntural- se tornaría más gravosa y pudiera hasta hacer colapsar la mejor de las estrategias.
Tanto como en Operaciones, para dar la cara a las situaciones de crisis que se presentan en una campaña hay que tener la cabeza fría y el corazón caliente, como solíamos decir en aquellos círculos de estudios de las teorías políticas revolucionarias de avanzada que improvisábamos con emotividad juvenil en la clandestinidad a finales de los años 60, creyentes e ilusos promotores de aventuras osadas inspiradas en experiencias foráneas hoy derribadas por la globalización.
Las crisis de campaña no son otra cosa que episodios críticos surgidos de las contradicciones propias de un proceso político en que se supone chocan màs que candidatos y/o propuestas, estrategias que procuran el mismo objetivo: el triunfo para alcanzar el poder.
Generalmente, los candidatos no están acostumbrados a visualizar que una crisis, por pequeña e insignificante que parezca, trae dentro de sí el tornado que pudiera hasta enviar por la deriva sus aspiraciones. Nuevamente, es ahí donde han de jugar su rol los asesores y/o consultores, tantas veces despreciados por relacionados, “canchanchanes”, amigos y hasta familiares de los candidatos.
Es que la estrategia para enfrentar las situaciones de crisis no siempre son melosas. Tampoco se tornan simpáticas, ni siquiera para los propios aspirantes, que a veces temen que desde la acera de enfrente les lancen duro con mísiles para los que no tendrían respuestas.
Y los asesores y/o consultores bien que lo saben, ya que precisamente porque se les supone experiencia, frialdad y destreza para dar el frente a estos episodios es que se les busca y contrata.
José María Velasco Ibarra, expresidente ecuatoriano, solía presumir de que para alcanzar la Presidencia solamente necesitaba un balcón. Muy cierto. Dicen en Ecuador que hipnotizaba con su oratoria a las masas pero no así a los gestores de las crisis en medio de las cuales fue expulsado del poder en igual número de veces como las que triunfó en las urnas. Es un caso típico de manejo inadecuado de situaciones de crisis.
Joaquín Balaguer, del que tantas anécdotas “suenan” por ahí, recibió en el Palacio Nacional una mañana de 1975 a un vicealmirante de la Marina de Guerra que llegó hasta allí con el encargo de entregarle la renuncia conjunta de los principales jefes militares de aquel entonces. El astuto caudillo fríamente convidó al oficial a dejar la comunicación sobre el escritorio y, sin darle mayor importancia, salió en helicóptero a la lejana Línea Noroeste y encabezó un acto oficial y de contacto con la gente. Ejemplo latente de enfrentar una crisis -¡y qué crisis!- con la apariencia de no prestarle atención.
Coraje, decisión, sabiduría y madurez tiene que aplicarse cuando se presenta una situación de crisis en un proyecto político. Sin olvidar aquello –repito- de que hay que actuar con la cabeza fría y el corazón caliente.

Entre "anillos" te veas

Alrededor de toda figura pública célebre, ya sea artista, deportista, empresario, funcionario o aspirante, siempre operan los llamados “anillos”, entorno que en la generalidad de los casos se torna extraordinariamente nocivo para las posibilidades de éxito de todo proyecto político.
Ejemplos sobran de figuras “anilladas” que viven en otro mundo, que ignoran lo que en verdad la gente piensa de ellos, que actúan por eso de espaldas a lo que aconseja el sentido común y que cada día se alejan más de alcanzar el éxito en lo que quieren y procuran.
Generalmente, los que integran esos “anillos” escalan posiciones y cercanía en las celebridades gracias al uso constante de la intriga y el chisme.
Como “virtud” común tienen la ignorancia, la carencia de creatividad e iniciativa y la falta de personalidad y coraje. Para los que forman parte de cualquier “anillo” nada más repelente que cualquiera con talento, creatividad, iniciativa y personalidad propia.
Estas son verdades de peso, aunque -como para confirmar la regla de la excepción- hay celebridades que rechazan el cerco de los entornos, conocedores de que el propósito y fin de los creadores de estas estructuras negativas siempre es alejarlo de la gente, y por ende, del conocimiento de la realidad.
Cual que sea la figura de que se trate, sintonizar con la gente es tarea puntual ubicada en el otro extremo del funcionamiento de los entornos constituidos en “anillos”, de tan dañina experiencia y resultados.
Y algo que se repite en cada caso: El que se deja “anillar” se aleja cada vez más de los que son realmente suyos y de llegar a alcanzar la(s) meta(s) que se propone, su disfrute ha de ser efímero y convulso.

viernes, 15 de junio de 2007

Resaca de una estrategia errada

La aplicación de estrategias erradas en una ruta crítica de campaña no conduce a otro destino que no sea la resaca de una derrota, que en muchos de los casos empuja a la conclusión por colapso de cualquier carrera política, aunque ésta sea tan brillante como una estrella.
Nada peor para un candidato o aspirante a candidato que aferrarse a una estrategia de campaña errática, mal enfocada y motivada más en convicciones personales que políticas. Es el clásico error que cometen los que pretenden alcanzar la victoria pero nunca superan la condición de aspirantes.
Estos tiempos imponen a los políticos un cambio de actitud y una disciplina comunicacional que no todos están en la disposición y voluntad de asimilar. Aquí, por ejemplo, los aspirantes a cargos públicos se acostumbraron –y no han dejado la manía- al escenario del “¡Sí, Señor”!, donde todos asienten y aplauden lo que ellos dicen, plantean, indican, señalan y afirman.
No han aprendido lo dañino que son los anillos que se forman en los entornos, y que están integrados más que por visionarios y estrategas que por amanuenses y mangansones sin capacidad creativa, ni bragados para poder contradecir al aspirante, si fuere necesario, cuando de buscar una salida a un nudo coyuntural se trata.
Y, como dice mi colega Eulalio Almonte Rubiera, caen fácilmente víctimas de los que todavía venden espejitos y sueños con disfraz de propuestas, planteadas como “consejos para el triunfo”, cayendo siempre finalmente vencidos ante la amabilidad pragmática de rivales que abrazan “el grajeo” con el pueblo antes que la inexpresividad y la simulación de fortalezas inexistentes.
Una estrategia de campaña basada en valores que solamente existen en la exposición oral no puede “cuajar” aún en una nación como la nuestra, agobiada de tantas debilidades humanas, empezando por la inmodestia de los aspirantes que abrazan el triunfo antes de alcanzarlo.