viernes, 23 de marzo de 2007

En un tris...(a Goyito/in memoriam)

-“Pichón, ¿quién hace esas notas que siempre me traes?”, sonó como un disparo la pregunta.
-“Eeeh… yo mismo”, fue la respuesta nerviosa del mozalbete, que creyó que la interrogante era el preludio de un reproche.
-“Si es verdad eso, ven todas las tardes aquí, donde mí, que te voy a hacer periodista”, dijo aquel hombre desde su escritorio, al fondo del pequeño salón.
-“¿Periodista yo?”, se preguntó para sus adentros el mozalbete, cuyas aspiraciones de la pubertad eran las de ser arquitecto, talvez porque era bueno en las matemáticas.
Aún con dudas, el muchacho recibió aquellas palabras como un aluvión de energía positiva. Casi no podía creerlo(“¿Yo periodista?”, se repetía a sí mismo) pero viniendo de esa persona, que percibía tenía algún mando allí, acogió la sugerencia.
El de ese llamado para que el periodismo tuviera un nuevo oficiante era Gregorio García Castro (Goyito). El mozalbete era yo.
De aquel hombre hiperactivo, conservo como imagen aquella con el auricular de la centralita telefónica gris entre el hombro y su oreja derecha escribiendo con inusual rapidez en una máquina Facit, de suave carro que dejaba escapar un sonido de campana al término de cada línea.
Era el jefe de redacción del periódico. Aunque gustaba de dar conferencias sobre periodismo en el interior, daba ejemplo de sencillez y humildad reseñándolas siempre identificándose simplemente como “redactor de Ultima Hora”.
Cada día, tenía tiempo para dar seguimiento a las noticias que dominaban la actualidad, recibir por la vía telefónica datos sueltos de cualquier reportero y/o corresponsal, escribir y chequear su columna En un Tris… y verificar –antes que lo hicieran Virgilio Alcántara y Moisés Pellerano- el pegado de las páginas.
Cerrada la edición del día, escribía un comentario para el más popular programa televisivo del mediodía, redactaba el editorial de un noticiero radial, distribuía notas en la redacción y adelantaba asignaciones para los reporteros.
Era pequeña entonces la redacción de Ultima Hora, en la mezanina de aquel edificio, siempre pintado por fuera de verde, de la calle 19 de Marzo con Salomé Ureña. La dirección estaba detrás de la redacción, publicidad y contabilidad en el primer piso, y enfrente, administración y talleres, que eran los mismos del Listín Diario.
De allí salió Goyito a su cita con la muerte la noche del 28 de marzo de 1973, hará hoy 34 años.
Si el periodismo dominicano tiene un primer y verdadero mártir, ese es Goyito, que cayó asesinado por la intolerancia de entonces, pero sobretodo, por el ejercicio de este oficio, a veces ingrato, pero que era su vida.
Su recuerdo y admiración siempre estarán en el mozalbete que él llevó al periodismo sustrayéndolo de la arquitectura y que escribe estos párrafos sin poder evitar las lágrimas.

miércoles, 21 de marzo de 2007

La percepción y el vocabulario del cuerpo

Frente al desafío de la globalización y las nuevas tecnologías en la actividad política hay que buscar nuevas respuestas y herramientas no sólo para interpretar la realidad sino para recrearla.
Es necesario combinar modernas técnicas de Comunicación, en tanto pilar fundamental de toda organización o institución, con la búsqueda de objetivos y propósitos específicos.
Y todo, porque para el éxito se requiere lograr una percepción positiva, para lo cual ayuda en mucho, quizás prioritariamente, el vocabulario del cuerpo en la exposición pública.
Del enfoque del presente y futuro, de las propuestas que se presentan para enfrentar y solucionar problemas, y de las gesticulaciones que acompañan esos planteamientos, depende lo que el auditorio (en este caso, los electores) perciba(n).
Mensajes claros y simples, aunque no exento de contenido, es lo que imponen las campañas de hoy. La variedad es más bien cuestión de enfoque. El vocabulario corporal es el complemento.
Gestos sin rima con el discurso, como ha sido lo tradicional, no comunican. Más bien alejan adhesiones de indecisos y hasta de cófrades, usualmente proclives a las más impensables alabanzas.
Los problemas complejos y tortuosos de hoy no se puede pretender resolverlos con las viejas herramientas de ayer. La trinchera y la barricada del pasado han cedido turno a la estrategia, el análisis, la perspectiva.
De ahí, los cortes y peinados fabricados, las sonrisas maquilladas, el foto-shop en los afiches, los grupos de trabajo en el equipo de campaña para escanear (más bien monitorear) al(os) adversario(s) y analizar su conducta, las encuestas y focus groups no publicables, los consultores, etc..
Ha desaparecido ya el mesianismo de los caudillos del ayer, como Velasco Ibarra, en el Ecuador, de quien se decía que “sólo necesitaba un balcón para alcanzar la Presidencia” o la justificación de los seguidores de Balaguer cuando en vida éste erraba y proclamaban “es que el doctor todo lo tiene calculado”.
Ahora son otros tiempos, otras realidades.

viernes, 16 de marzo de 2007

Mafias periodísticas en acción

Muy natural es que profesionales de un mismo segmento generacional, de una misma promoción, de una misma época, se unifiquen en su ejercicio cotidiano, se asocien de una u otra forma o interactúen para fortalecer conocimientos, contarse anécdotas, traspasarse experiencias …y hasta para hacer negocios juntos.
Es lo que los sociólogos y/o sicólogos describen como convivencias ocupacionales positivas, según me ha explicado un buen amigo que subsiste gracias al escrutinio rentado del comportamiento humano, que él me asegura tiene pocos oficiantes y más pacientes de los que se pueda cualquiera imaginar.
De ahí que hayan surgido los más insospechados grupos cohesionantes de profesionales, más con pretensiones de ser escenarios de la interacción social de individuos y familias, que de gremios, sindicatos o entes para denuncias y luchas reivindicativas.
Un poco más allá pero interrelacionadas con ese marco, con aristas aparentes de integrar cadenas auxiliares para la difusión informativa y/o propagandística de figuras públicas apuradas en ocupar espacios en los medios están surgiendo mafias periodísticas degradantes.
Se trata, de núcleos maleados por lo anti-ético, reclamantes de afectos y cariños, exigentes y amantes del efectivo, que como perdona-vidas al estilo de los adláteres de Al Capone, ofrecen “protección” (leáse en este caso difusión) a cambio de peajes y sobornos de diversas especies y naturaleza.
La mecánica de estas mafias es simple pero desafiante. Al que aporta se le difunde lo suyo, aunque sea puro declaracionismo de este tiempo, vacío de conceptos y propuestas, y al que se resiste a caer en la red, sus razonamientos –por conceptuales y atinados que sean- van a parar a la morgue, una especie de zafacón para el sueño eterno.
Se han fortalecido tanto estas “familias”, que me cuentan algunas figuras públicas que se saben víctimas pero entienden que deben cohabitar con ellas, que cuando hay atrasos en el saldo de sus exigencias, su accionar es el ataque “porque aquí no hay quien no tenga de dónde le saquen”.
“En este mundo de hoy nadie es más papita que el Papa”, es una de sus más socorridas expresiones, generalmente motivadoras de “ofertas” de servicios alternos de difusión o censura de noticias. “Nosotros somos los que hacemos y sabemos lo que es noticia”, alegan al motivar todo un abanico de “opciones” ...con diversas tarifas.
Parecerá anticuado, pero reconociendo que es legítimo que todo el que abraza un oficio busque el ascenso profesional, social y económico, en el periodismo –como en cualquier otra área del saber- eso debería hacerse con buenas artes, con vocación de servicio, y por supuesto, con elegancia, decencia y prudencia.
Creo que estas reflexiones las avala nuestra ruta personal para tres docenas de años de ejercicio periodístico, pasando por casi 20 instituciones del Estado en funciones ejecutivas vinculadas a la comunicación y relaciones públicas, atravesando el abismo del reporterismo de infantería a la edición y dirección en medios escritos y radiales.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Lo que comunican los aplausos

Hace ya algunos años, el publicista Dionisio de Jesús escribió (creo que en las páginas del desaparecido vespertino Ultima Hora) unas reflexiones tratando de escudriñar ¿porqué los dominicanos aplauden en los aviones?.
Yo, que disfruto y ejercito el placer de viajar con frecuencia, he observado en los últimos tiempos una reducción –casi desaparición- de los aplausos de los dominicanos cuando los aviones de pasajeros aterrizan.
Hace unas pocas semanas, fui en viaje profesional a Tegucigalpa, Honduras, y en el momento de llegar al aeropuerto internacional de Toncontin, doy el testimonio de la destreza del piloto para bajar a tierra entre montañas y viviendas. Un estruendoso aplauso de los pasajeros coronó el aterrizaje. Ahí recordé el artículo de Dionisio.
El aplauso, han teorizado los estudiosos de la conducta humana que es una manifestación muy expresiva de comunicación, que refleja entusiasmo, adhesión, sinergia e identidad.
Se ha establecido con toda propiedad que el aplauso sirve, entre multitudes, para medir la aceptación o rechazo de personas, situaciones y conceptos.
Un deportista, un artista, un conferencista y un político mima el aplauso como sinónimo de apoyo y respaldo a su actuación. Y reaccionan ante este con egolatría, humildad o prepotencia, según su personalidad y carácter. A veces se envilecen (cuando los humos suben a la cabeza) y en otras ocasiones exaltan y apuntalan su sencillez.
Lo que comunica el aplauso es la visión de la gente ante lo que hace o ha hecho el beneficiario de esa expresión, tan espontánea y proactiva que aunque hay quienes usan claques para provocarla en los actos de masas, jamás el sonido onomatopéyico del choque de las manos ha sido sujeto o instrumento equivocado de medición.
Si el aplauso es tributado de pie por el auditorio, hay que convenir que hay aceptación plena. La comunicación ha estado en su máximo nivel.
Aquí también se aplaude cuando terminan de entonarse las notas del Himno Nacional. O cuando concluyen los 60 segundos tras el pedido de “un minuto de silencio para honrar a…” hecho por cualquier osado.
En contraparte existe el abucheo, que no es siempre tan espontáneo como el aplauso (porque hay quienes saben promoverlo con manipulaciones de diverso género), pero que también comunica ¡…y de qué manera!.
De manera, que cuando hay aplausos debe darse una lectura comunicativa al escenario para sacar conclusiones.

viernes, 9 de marzo de 2007

Comunicación para el candidato

En torno a los candidatos, aunque sean aspirantes a puestos en juntas de vecinos y/o clubes de servicios, no debe faltar un plan de Comunicación.
Eso sí, Comunicación bien entendida, no acomodada a las pretensiones de lisonjeros a veces estúpidos, analfabetas e ignorantes, que entienden esta área tan importante de toda campaña meramente como un ingrediente cosmético, creyéndola un simple instrumento para buscar figureo en los medios de prensa.
El posicionamiento de Gobiernos, instituciones, personalidades, candidatos y aspirantes tiene que entenderse, planificarse, programarse y buscarse auxiliado básica y fundamentalmente en tareas de Comunicación.
En las campañas, los triunfadores están siendo aquellos que dan roles importantes a la Comunicación, que la asimilan y practican, sin menosprecio de las tareas reservadas para operaciones, finanzas, utilización de las bases y equipos de voluntarios o activistas para la promoción del mensaje.
En Comunicación se han de concentrar, aún actuando con independencia y cierta autonomía, las no menos importantes áreas de imagen, prensa, relaciones públicas y –en ocasiones- ceremonial y protocolo.
La actividad política va muy de la mano con largas, costosas, movidas, contradictorias y en ocasiones violentas campañas electorales, y hay en ella enanos y eunucos mentales que entienden la diatriba, la boconería, el rumor y hasta lo infame como instrumentos de comunicación.
Ahí radica, precisamente, su gran equivocación, porque en última instancia, estas serían herramientas propias y adecuadas para planes y programas de campaña sucia, que en estos tiempos abundan en oferta y ofertantes sin escrúpulos ni capacidad para el pensamiento, la creatividad y el trabajo profesional de comunicación.
Si se quiere un buen plan de comunicación política hay que empezar por disciplinar al(os) candidato(s), hacer que tenga(n) y lleve(n) una agenda de trabajo, que se organice(n), que aprenda(n) a leer resumenes ejecutivos en vez de informes vacuos de los que escriben los dirigentes inorgánicos loables, esto último solamente por aquello de loas por aquí, loas por allá, loas por acá), y sobretodo, que tome(n) decisiones.
En el staff de estrategia no debe faltar el que representa a Comunicación, pués sus opiniones –por necias que las consideren los políticos- generalmente van orientadas a derrumbar lo que hasta el(os) propio(s) candidato(s) se cree(n) a veces y que es tan negativo: creerse que el(los) lo sabe(n) todo.
Pese a estas reflexiones, definitivamente, en una campaña lo más importante es el candidato, su mensaje, su habilidad para comunicarlo, su capacidad para mantenerse frío y controlado bajo presión, su atractivo personal y, sobre todo, su credibilidad.
Y si el candidato posee una mente confusa y opaca, si transparenta inseguridad y doblez, no hay nada que el área de Comunicación pueda hacer para cambiarlo.
Si el candidato es imprudente y arrogante, no hay mago que lo transfigure en amante de la sencillez y la cordura.
En este tiempo las campañas no son las de hace una, dos, tres y hasta cinco décadas atrás, cuando los candidatos salían a las tribunas entorchados, engolaban la voz y acompañaban sus palabras con ademanes histriónicos sin rima …y hasta ganaban.
¡Nooo!. Ahora es el tiempo de la presencia física, los planteamientos que convenzan aunque sean virtuales, los telepronters, la musicalización de los escenarios, el uso de tramoya y escenografía atractivas, las pantallas planas gigantes para animar a las masas, los discursos sonorizados interactivos para dar la impresión de que se tiene el oído, la vista y la atención en el corazón del pueblo.
Este es el tiempo de los discursos cortos pero de contenido, que sean redactados precisamente por alguien de Comunicación en base a los aportes que salen de los focus groups, de las informaciones que brindan las encuestas que no se hacen para publicarlas en los periódicos sino como herramientas de trabajo.
Ya la rueda de prensa no es quizás –y sin quizás- el mejor medio para comunicar el mensaje, los boletines informativos a entregar a los medios deben ser periodísticamente bien redactados, y no hay espacio para los personajes descerebrados, improvisados y sin talento que gustan de “venderse” como expertos lobbistas siendo ignorantes que ni siquiera una nota convocatoria pueden redactar sin manuscritos.
Y de agregado, no puede obviarse que Comunicación debe manejarse con las mafias periodísticas del momento (aquellas que ven en cada campaña su tiempo de zafra, censuras y peajes), sin que el candidato adquiera imagen de anti-ético o de amigo del soborno a la prensa, que es lo mismo que ser corrupto.
Todo esto debe(n) entenderlo el(os) candidato(s). Para su propio bien y para que ejecute(n) una buena campaña que pueda ser exitosa.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Comunicación, política y candidatos

Gobiernos, instituciones, personalidades, candidatos y aspirantes a posiciones en la burocracia estatal y privada, han convenido en comprender que sus pretensiones están íntimamente vinculadas a la comunicación.
Por eso, en el staff de los triunfadores está en primerísimo orden la dirección de Comunicación, en torno a la que se adhieren, en la práctica, las áreas de imagen, prensa, relaciones públicas y –a veces- ceremonial y protocolo.
Hay quienes entienden la diatriba, la boconería, el rumor y hasta lo infame como instrumentos de comunicación política. ¡Que equivocados están!.
En última instancia, estas serían herramientas propias y adecuadas para campaña sucia, que por cierto, abunda mucho en oferta y ofertantes en estos tiempos.
Un buen plan de comunicación política tiene que empezar por disciplinar al candidato, hacer que tenga y lleve una agenda, que se organice, que lea resumenes ejecutivos en vez de informes kilométricos escritos por dirigentes inorgánicos (aquellos de loas por aquí, loas por allá, loas por acá), y sobretodo, que tome decisiones.
En el staff de estrategia no debe faltar quien represente a Comunicación, pués sus opiniones –por necias que las consideren los políticos- generalmente derrumban lo que hasta los propios candidatos se creen a veces: que ellos lo saben todo.
Si el candidato posee una mente confusa y opaca, si transparenta inseguridad y doblez, no hay nada que Comunicación pueda hacer para cambiarlo.
Si el candidato es imprudente y arrogante, no hay mago que lo transfigure en amante de la sencillez y la cordura.
Ahora es el tiempo de los telepronters, musicalización de los escenarios, tramoya y escenografía atractivas, pantallas planas gigantes para animar a las masas, discursos cortos pero de contenido, sonorizados e interactivos para dar la impresión de que se tiene el oído, la vista y la atención en el corazón del pueblo. Y por cierto, debe estar en Comunicación el responsable de escribirlos.
Hay que entender que para todo no funciona la rueda de prensa, que los boletines informativos para los medios deben ir bien redactados, periodísticamente, y que no funcionan los “bloofs”, personajes sin talento que “se venden” como expertos pero ignoran como se enciende una computadora, no manejan el Internet y hasta le tienen terror a los teclados.
¡Ah!, y ni qué decir de los que envuelven a los políticos, candidatos o no, presentando credenciales de lobbistas en base a contactos con las mafias periodísticas del momento, que ven en cada campaña sus tiempos de zafra …y de censuras.