martes, 7 de agosto de 2007

Comunicación a la carta

WASHINGTON, DC.- Analizar, estudiar y proyectar el uso y utilización de las herramientas de la comunicación tiene tantos ramales como propósitos y objetivos.
Aquí, en lo que muchos consideran la capital del planeta tierra, desde hace varios años –por lo menos 3 o 4 veces cada año- nos estamos reuniendo periodistas, políticos, gerentes de campañas, consultores de imagen y comunicación, ejecutivos de gobiernos y firmas privadas, cientistas y periodistas, para disfrutar de un menú diverso y apetecible de Comunicación a la Carta en seminarios y talleres que son cada vez más concurridos.
The George Washington University, a través de su Escuela de Graduados en Gerencia Política, está apadrinando de esa forma el surgimiento de una nueva clase política en América Latina, cimentada sobre la base de la formación y el estudio de la comunicación. Y es que ya sólo los políticos estúpidos y atrasados prescinden del uso de la comunicación para promoverse y promover sus ideas.
Marketing político, internet en la campaña, gerencia de comunicación, estrategia, manejo de crisis, defensa y ataque, publicidad y propaganda, mapas de acción política comunicacional, persuasión, gestión de cambio, manejo de imagen, el candidato y los medios, relaciones públicas, el discurso y otros temas, son algunos de los puntos en agenda de estos eventos.
Esta vez, por primera ocasión, la República Dominicana se ha acercado extraordinariamente a México, en el liderazgo cuantitativo de asistentes a los seminarios en GWU, con la participación acreditada de cerca de medio centenar de compatriotas en el Tercer Taller Internacional de Gerencia para Proyectos de Cambio, o más bien, de Comunicación para el Cambio.
Tan nutrida asistencia ha sido posible por la voluntad y decisión de instituciones y figuras públicas que han acudido por sí mismos o promovidos y motivados por terceros, y al entusiasmo con que la secretaría de la Juventud asumió el compromiso con GWU de servir de canal para que líderes jóvenes dominicanos se capaciten e integren en tareas formativas de comunicación y política.
Vale reconocer en Manuel Crespo y su equipo la pluralidad en la selección de los participantes, que provienen de los principales partidos que activan en el país (hasta de la Alianza por la Democracia de Max Puig).
Ojalá que este esfuerzo de todos por adquirir más conocimientos se traduzca en su aplicación, en disfrute de este menú de Comunicación a la Carta que solamente cae mal al parque jurásico que aún medra en la conducción de algunas de nuestras organizaciones políticas.

miércoles, 18 de julio de 2007

Pipigua, yo mismo

El uso de sobrenombres es tan común en la cotidianidad dominicana que pocas personas carecen de una forma de identificación que no sea el nombre de pila con que lo incluyeron en el registro civil tras su nacimiento.
Hay quienes afirman que esa es una forma de protección superticiosa que viene de antaño, enraizada en la influencia afroantillana de nuestros ancestros, mientras otros lo hacen para tener un nombre a la moda, no anticuado como el que entienden le dieron sus padres al nacer.
Hace pocos días, en ruta hacia la ciudad de Santiago, me detuve en La Cumbre para almorzar y dirigiéndome a una de las mesas, escuché un “¡¡¡Pipigua!!!” que me alertó sobre la presencia de alguien que me conoce desde hace mucho tiempo, ya que solamente mis relacionados del pasado me identifican así con cariño.
Un fuerte abrazo selló aquel re-encuentro con Rafael Emiliano Agramonte Polanco (Machanito), abogado, ex ministro, político, quien fuera ayudante del fiscal del Distrito Nacional del gobierno en armas del coronel Caamaño, y de quien atesoro gratos recuerdos.
Cómo olvidar aquella gestión gratuita suya en 1968 que posibilitó mi primer viaje de estudios al extranjero siendo un mozalbete, y su disposición pública –hará cosa de 30 años- “a hacer lo que sea” para que yo tuviera una columna fija en un medio escrito, apenas arrancando mi carrera, de la que cada día me enorgullezco más.
Coincidir con Machanito en La Cumbre me motivó a escribir estas líneas sobre mi personaje favorito: Pipigua, que soy yo mismo, y al que no he encontrado par en ningún diccionario ni en ninguna latitud, lo que quiere decir que es único, que no hay otro Pipigua, que yo sepa hasta hoy.
Contrario a lo que muchísima gente cree, no es de Juan Bosch la paternidad del sobrenombre de Pipigua; él sí solía decirle a mi madre, en el patio de la Casa Nacional, entonces del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y hoy del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), “con Pipigua me voy a quedar yo”, aunque después me consideró desafecto.
El creador de este tan original calificativo fue Roberto Hernández, larguirucho y flaco compañero del liceo Unión Panamericana (cuando éste funcionaba donde hoy está el Museo Nacional de Historia y Geografía, en la Plaza de la Cultura), del que hace muchos años no tengo noticias y cuya última ubicación conocida fue como servidor de uno de los departamentos de la secretaría de Estado de Finanzas, hoy de Hacienda, donde por una de esas coincidencias del destino ofrezco mis servicios en el presente.
Nunca me lo dijo, pero creo que Roberto, uno de los líderes de la UER (Unión de Estudiantes Revolucionarios) en el Panamericano de aquellos tiempos, se inventó a Pipigua para graficar la conjunción de mi pequeña estatura con la inquietud, habilidad, solidaridad y activismo que me eran comunes. Ese mismito soy yo: Pipigua, para mis amigos de verdad, que lo dicen con afecto y cariño.

miércoles, 11 de julio de 2007

Reconversión y/o reingeniería política

La herramienta de más reciente manufactura para el cambio político en América Latina es la que se impulsa con las acciones de la denominada sociedad civil y los llamados movimientos sociales, estos últimos motorizados fundamentalmente por toda una historia de marginalidad, discriminación y precariedades, que a ciertos estamentos del status quo le reportan beneficios tangibles e intangibles en demasía.
Así, hemos contemplado en los dos últimos lustros como protestas cívicas de tribus indígenas se han llevado de encuentro a varios gobiernos en Sudamérica y como sectores desprivilegiados de antaño se han erguido en fuerzas políticas decisorias accesando al poder por las urnas derrotando fuerzas tradicionales del partidarismo latinoamericano.
Simultáneamente, célebres y celebrados núcleos teóricos-pensantes que han encontrado habitat financiero y protagonismo público enclaustrándose con ínfulas de oráculos en especies de logias fiscalizadoras que dicen representar la sociedad civil, también han jugado su papel en la misma orientación.
A tal extremo, que casi con los mismos nombres y siglas en latitudes diferentes, se yerguen hasta en escrutadores de las instancias institucionales llamadas a conducir y dirigir los procesos en que los pueblos sufragan para darse los gobernantes que ¿prefieren o merecen?.
Es la lección que deben asimilar los regímenes bobalicones que bailan entre el populismo y la demagogia en el hemisferio, atados a las decisiones plutocráticas de oligarquías partidarias que se resisten al cambio en la forma y esencia de hacer política.
En República Dominicana, vale decirlo, podrán existir y activar movimientos que pretenden tener la naturaleza socio-reivindicativa de otros puntos aún en nuestra propia América, pero todavía estamos distantes de que explosionen de tal manera que puedan socavar y llevarse de paro al sistema democrático-representativo que –con sus fallas y defectos- para nosotros es el que nos brinda mejor forma de vida y cohabitación.
Los niveles de pobreza, la sumisión e ignorancia de sectores carenciados y la naturaleza y hábitos mismos de nuestros pueblos, fomentan en gran medida el clientelismo al que se aferran indoblegablemente los dirigentes jurásicos de las cúpulas partidarias latinoamericanas.
Los cambios han comenzado a sentirse, se está imponiendo la reconversión y/o reingeniería de las estructuras partidarias, muchas de ellas caducas e infuncionales para alcanzar el desarrollo integral de nuestros pueblos, y los aires gerenciales están soplando en las instituciones políticas, conminadas por la realidad de estos tiempos a asimilarlos o, simplemente, a desaparecer …quieran o no los dinosaurios.

martes, 3 de julio de 2007

Ganar las elecciones

Cierto es que los grupos focales (focus groups), las encuestas y los estudios de mercado, entre otros sistemas de medición política, son herramientas eficaces y apropiadas para montar la zapata de investigación sobre la que debe sustentarse una campaña electoral. Pero eso no lo es todo.
Un proyecto político se estructura sobre la base de triunfar en elecciones, no de estar puntero en cualesquiera de las mediciones que ya hemos señalado y caer derrotado el día de la confrontación en las urnas.
Por eso es, que algunos tratadistas del marketing político postulan que hay campaña de aire y campaña de tierra. La de aire es la que se basa, fundamentalmente en la publicidad, en el agüaje diríamos aquí, y la de tierra es la que busca los votos hasta debajo de las sábanas, con el contacto directo y el trabajo proselitista sobre el terreno.
La realidad política contemporánea, principalmente en naciones como la nuestra, nos revela que es decreciente el nivel de confianza de la ciudadanía respecto a los partidos políticos, a los medios de comunicación y a la actitud de muchos líderes que buscan gobernar.
De ahí, que muchos patrones de acción en la vida pública de estos se estén comenzado a modificar y estemos contemplando la modernización de los partidos, el cambio de sus estructuras, el uso de herramientas comunicaciones y del marketing político y la capacitación, principalmente en imagen, comunicación y relaciones públicas.
Un político, un proyecto, una causa, bien pudiera estar delante en todas las mediciones, de todo tipo, que se realizan en el período pre-electoral, y desplomarse estrepitosamente a causa de una estrategia inadecuada en la recta final. Es lo que deberían entender los que, triunfalistas, se disputan los ministerios, direcciones generales y otras posiciones gubernamentales antes del día de los sufragios.
El asunto no es de ganar encuestas, no es de tener preferencia mediática. Hay que buscar la percepción del ganador –eso sí- pero, más que eso, hay que trabajar con los votantes, hay que convencer a los electores, ganarse a la gente, sintonizar con sus problemas y necesidades.
Varios consultores políticos triunfadores sostienen que una buena campaña es la que cuenta con los componentes básicos de organización, descentralización y contacto directo.
Organización para buscar eficiencia y eficacia máximas en el trabajo político. Descentralización para multiplicar los resultados positivos del trabajo de base y el contacto directo para que los electores se identifiquen y sintonicen con el candidato o partido.

lunes, 25 de junio de 2007

La ruta crítica

La ruta crítica de una campaña electoral comienza con el arranque del periplo final en el cronograma estratégico del proceso hacia la confrontación en las urnas de los candidatos. Dicho en otras palabras, cuando comienza la fase final de la campaña es cuando en realidad arranca la ruta crítica para el candidato y sus aspiraciones.
Se supone que cuando llega ese momento, ya el candidato tiene todo su equipo estructurado, todas las fichas han sido colocadas en su lugar, y en su esquema estratégico la maquinaria no tiene problemas de celos internos ni faltan aristas en la cadena de mando.
Los estrategas de campaña tienen un reto –quizás el más grande desafío- en lograr el ingreso en esta delicada parte del proceso con el menor número de problemas. Si lo han logrado, podría decirse que van bien posicionados a la confrontación final, que solamente deben estar atentos en los detalles, que son los que a veces ponen la situación fuera de control.
Sabiduría y serenidad son atributos que se requieren en demasía al llegar a esta etapa, donde en ocasiones los males intestinos ocasionan más daños que las escaramuzas con los adversarios externos.
Basados en los mapas que se estructuran por los resultados de la investigación, los equipos de campaña de los candidatos diseñan estrategias acorde con los propósitos que animan la propia existencia de cada proyecto político. De ahí, que las pesquisas sobre el pensamiento, las simpatías, anhelos y aspiraciones de los votantes sean la base primaria de toda estrategia de campaña.
Sólo los ignorantes, apasionados y emotivos “dirigentes” y/o “asesores” desfasados desprecian el valor de la investigación en el mercado político contemporáneo. Parecería un contrasentido, más bien “una becerrada”, pero en todo equipo de campaña nunca faltan los que -en nota discordante- tienen opiniones y criterios del pasado, superados por la existencia de nuevas técnicas y herramientas de defensa y ataque, según sea el caso.
Por ejemplo, en casi todas las latitudes, el Internet se ha convertido en una herramienta muy importante para los estrategas de campaña. Los web sites de los partidos, los blogs de los candidatos o el envío de boletines o mensajes por e-mail hacen que ya las campañas no se reduzcan a los tradicionales mitines, a la colocación masiva de anuncios(a veces aburridos) o a los propios debates televisados.
Sin embargo, hay orquestadores de campaña que no creen todavía en lo virtual ni en la influencia y penetración del mundo digital. Lo grave es, que a veces hasta convencen a los candidatos, muchos de los cuales aún no saben ejecutar un sencillo encendido de una computadora. Y no crean que esto es una exageración.
Y para la ruta crítica, detalles aparentemente simples, de esta y otra naturaleza, tienen que ser tomados en cuenta.

Ilusiones de campaña

Casi como tradición, en toda campaña electoral abundan las ilusiones: Las que venden los candidatos por obtener el favor de los votantes, las que se hacen los electores escuchando las ofertas de los candidatos y las que transforman a los aspirantes en ilusos.
Como recurso para buscar adhesiones, es válida y legítima la venta de ilusiones de parte de los candidatos, ya que no se puede obviar la realidad de que en cada torneo electoral la gente persigue mejores y mayores estadios de bonanza y progreso, siempre vistos desde la óptica muy particular de cada quien. ¡Y qué mejor manera de atraerse votantes que ofreciéndoles lo que ellos anhelan!.
En cuanto a las ilusiones que se hacen los electores por las ofertas de los aspirantes, vale decir que es una manifestación sociológica de espontaneidad como respuesta a la efectividad de los mensajes del candidato. A ofertas brindadas con mejores mensajes, mayor suma de adhesiones.
Y las que transforman a los aspirantes en ilusos son aquellas que surgen de la emotividad, cuando erráticamente las apreciaciones y estimaciones de los candidatos y/o sus equipos están muy alejadas de la realidad. Vale decir, cuando en la percepción estratégica del aspirante o candidato todo anda o pinta bien mientras sobre el terreno las cosas van de mal en peor.
Tan primitivo como pernicioso es el recurso de ofrecer a la gente conquistas y metas que de antemano se saben inalcanzables, toda vez que ello convierte al ofertante más en demagogo que en aspirante.
Ingenuo y razonable es, en cambio, que el elector se forje ilusiones de lo que le ofrecen quienes aspiran a ser beneficiarios de su sufragio por cuanto y tanto ya hemos señalado que se trata de viandas válida y legítimamente brindadas al votante. De su sentido común y raciocinio dependerá su decisión.
Y como de aspirantes y candidatos ilusos están llenos las campañas, nunca faltan los que se creen predestinados o mesiánicos, que nunca se preparan para perder, y si son derrotados -sea en contienda interna o externa- no hay alegato más recurrente que el de “me hicieron fraude”. Son apegados fieles a aquello de “yo, o que entre el mar”.

Rumores, rumores, rumores

La sinrazón y la falta de argumentos y consistencia para sostener o impulsar cualquier causa abrazan generalmente el recurso de la propagación de rumores en procura de alcanzar peldaños que la realidad y la verdad no ponen a su disposición.
La práctica no es de ahora ni exclusiva de nuestro país. Hay quienes con ella han alcanzado buenos resultados y no faltan los que, aunque hacerlo no les reporte beneficio de causa a sus proyectos, insisten en su uso talvez por aquello de que “el día más claro llueve”.
De esa forma, ante cada proceso político que involucre una competencia, no faltan los que –aparentemente especializados en la materia- recurren a propagar rumores para que la gente, mejor deberíamos decir los incautos, asuma como verdad situaciones alejadas de la realidad.
Es cierto que difundir algunos rumores a veces arrastra a la ocurrencia de coyunturas porque contribuye a modificar acciones o a reprogramar estrategias. Visto desde ese ángulo, en determinados momentos algunos rumores puestos a circular han cumplido su cometido.
Ahora bien, que una estrategia diseñada para vencer, ganar o triunfar (como usted prefiera llamarle) tenga su base en rumores, no es correcto. Es condicionar la posibilidad del éxito a una eventualidad, por demás sujeta a variables subjetivas y hasta imprevistas.
Como recurso comunicacional, por lo menos en campañas políticas, la propagación de rumores coloca la estrategia sobre el filo de la navaja, arriesga mucho –talvez todo- y es poca o escasa la posibilidad de éxito. Y los estrategas que ponen los huevos en ese tipo de canasta tienen que estar preparados para lo peor.
Desvencijados por las verdades, triturados por la metodología de la disciplina basada en tratar de colocarse siempre pasos adelante del adversario, los rumores sucumben en el descrédito junto a sus propagadores.
Sin embargo, “cada loco con su tema”, como repite el pueblo, con su proverbial sabiduría de siempre.

miércoles, 20 de junio de 2007

Manejo de crisis

Una de las áreas más sensitivas de la estrategia de comunicación en una campaña electoral es la que tiene que ver con el manejo de crisis.
Si se enfrenta con emociones o apasionamiento, probablemente la situación de crisis –que podría ser coyuntural- se tornaría más gravosa y pudiera hasta hacer colapsar la mejor de las estrategias.
Tanto como en Operaciones, para dar la cara a las situaciones de crisis que se presentan en una campaña hay que tener la cabeza fría y el corazón caliente, como solíamos decir en aquellos círculos de estudios de las teorías políticas revolucionarias de avanzada que improvisábamos con emotividad juvenil en la clandestinidad a finales de los años 60, creyentes e ilusos promotores de aventuras osadas inspiradas en experiencias foráneas hoy derribadas por la globalización.
Las crisis de campaña no son otra cosa que episodios críticos surgidos de las contradicciones propias de un proceso político en que se supone chocan màs que candidatos y/o propuestas, estrategias que procuran el mismo objetivo: el triunfo para alcanzar el poder.
Generalmente, los candidatos no están acostumbrados a visualizar que una crisis, por pequeña e insignificante que parezca, trae dentro de sí el tornado que pudiera hasta enviar por la deriva sus aspiraciones. Nuevamente, es ahí donde han de jugar su rol los asesores y/o consultores, tantas veces despreciados por relacionados, “canchanchanes”, amigos y hasta familiares de los candidatos.
Es que la estrategia para enfrentar las situaciones de crisis no siempre son melosas. Tampoco se tornan simpáticas, ni siquiera para los propios aspirantes, que a veces temen que desde la acera de enfrente les lancen duro con mísiles para los que no tendrían respuestas.
Y los asesores y/o consultores bien que lo saben, ya que precisamente porque se les supone experiencia, frialdad y destreza para dar el frente a estos episodios es que se les busca y contrata.
José María Velasco Ibarra, expresidente ecuatoriano, solía presumir de que para alcanzar la Presidencia solamente necesitaba un balcón. Muy cierto. Dicen en Ecuador que hipnotizaba con su oratoria a las masas pero no así a los gestores de las crisis en medio de las cuales fue expulsado del poder en igual número de veces como las que triunfó en las urnas. Es un caso típico de manejo inadecuado de situaciones de crisis.
Joaquín Balaguer, del que tantas anécdotas “suenan” por ahí, recibió en el Palacio Nacional una mañana de 1975 a un vicealmirante de la Marina de Guerra que llegó hasta allí con el encargo de entregarle la renuncia conjunta de los principales jefes militares de aquel entonces. El astuto caudillo fríamente convidó al oficial a dejar la comunicación sobre el escritorio y, sin darle mayor importancia, salió en helicóptero a la lejana Línea Noroeste y encabezó un acto oficial y de contacto con la gente. Ejemplo latente de enfrentar una crisis -¡y qué crisis!- con la apariencia de no prestarle atención.
Coraje, decisión, sabiduría y madurez tiene que aplicarse cuando se presenta una situación de crisis en un proyecto político. Sin olvidar aquello –repito- de que hay que actuar con la cabeza fría y el corazón caliente.

Entre "anillos" te veas

Alrededor de toda figura pública célebre, ya sea artista, deportista, empresario, funcionario o aspirante, siempre operan los llamados “anillos”, entorno que en la generalidad de los casos se torna extraordinariamente nocivo para las posibilidades de éxito de todo proyecto político.
Ejemplos sobran de figuras “anilladas” que viven en otro mundo, que ignoran lo que en verdad la gente piensa de ellos, que actúan por eso de espaldas a lo que aconseja el sentido común y que cada día se alejan más de alcanzar el éxito en lo que quieren y procuran.
Generalmente, los que integran esos “anillos” escalan posiciones y cercanía en las celebridades gracias al uso constante de la intriga y el chisme.
Como “virtud” común tienen la ignorancia, la carencia de creatividad e iniciativa y la falta de personalidad y coraje. Para los que forman parte de cualquier “anillo” nada más repelente que cualquiera con talento, creatividad, iniciativa y personalidad propia.
Estas son verdades de peso, aunque -como para confirmar la regla de la excepción- hay celebridades que rechazan el cerco de los entornos, conocedores de que el propósito y fin de los creadores de estas estructuras negativas siempre es alejarlo de la gente, y por ende, del conocimiento de la realidad.
Cual que sea la figura de que se trate, sintonizar con la gente es tarea puntual ubicada en el otro extremo del funcionamiento de los entornos constituidos en “anillos”, de tan dañina experiencia y resultados.
Y algo que se repite en cada caso: El que se deja “anillar” se aleja cada vez más de los que son realmente suyos y de llegar a alcanzar la(s) meta(s) que se propone, su disfrute ha de ser efímero y convulso.

viernes, 15 de junio de 2007

Resaca de una estrategia errada

La aplicación de estrategias erradas en una ruta crítica de campaña no conduce a otro destino que no sea la resaca de una derrota, que en muchos de los casos empuja a la conclusión por colapso de cualquier carrera política, aunque ésta sea tan brillante como una estrella.
Nada peor para un candidato o aspirante a candidato que aferrarse a una estrategia de campaña errática, mal enfocada y motivada más en convicciones personales que políticas. Es el clásico error que cometen los que pretenden alcanzar la victoria pero nunca superan la condición de aspirantes.
Estos tiempos imponen a los políticos un cambio de actitud y una disciplina comunicacional que no todos están en la disposición y voluntad de asimilar. Aquí, por ejemplo, los aspirantes a cargos públicos se acostumbraron –y no han dejado la manía- al escenario del “¡Sí, Señor”!, donde todos asienten y aplauden lo que ellos dicen, plantean, indican, señalan y afirman.
No han aprendido lo dañino que son los anillos que se forman en los entornos, y que están integrados más que por visionarios y estrategas que por amanuenses y mangansones sin capacidad creativa, ni bragados para poder contradecir al aspirante, si fuere necesario, cuando de buscar una salida a un nudo coyuntural se trata.
Y, como dice mi colega Eulalio Almonte Rubiera, caen fácilmente víctimas de los que todavía venden espejitos y sueños con disfraz de propuestas, planteadas como “consejos para el triunfo”, cayendo siempre finalmente vencidos ante la amabilidad pragmática de rivales que abrazan “el grajeo” con el pueblo antes que la inexpresividad y la simulación de fortalezas inexistentes.
Una estrategia de campaña basada en valores que solamente existen en la exposición oral no puede “cuajar” aún en una nación como la nuestra, agobiada de tantas debilidades humanas, empezando por la inmodestia de los aspirantes que abrazan el triunfo antes de alcanzarlo.

miércoles, 6 de junio de 2007

"Declaracionismo" de campaña

No hay nada más gustoso de ofrecer declaraciones que un político en campaña. Basta con que observe un micrófono cerca para, obsequioso, buscar ser presa del reportero que tras cualquier interrogante procura lo que en nuestro argot se considera “un palo”.
Algunos políticos que tienen aspiraciones, sin embargo, cuentan con notorias limitaciones intelectuales para ser exponentes del declaracionismo de estos tiempos de campaña, lo que les obliga a auxiliarse de consultores que ponen a rodar su imaginación para que su contratante esté bien posicionado en los medios.
A veces, y eso no lo entienden mucho, el declaracionismo no es buena cosa porque no debe olvidarse aquello de que “el que mucho habla mucho yerra”, y es la causa por la que vemos a políticos “opinando” de temas que no manejan y –simplemente- hacen el ridículo con frecuencia.
Ese mismo declive a buscar posicionamiento hablando de todo un poco es quizás (y sin quizás) la causa básica de que el debate de las ideas políticas haya declinado tanto que lo dominante sea la superficialidad y el trato de temas banales.
¡Y vaya usted a ver!. Nada más inocuo y carente de la facultad de convencimiento que se necesita para hacer campaña que un político hablando de muchas cosas sobre las que solamente conoce superficialidades.
Nunca he olvidado que, hará ya unos cuantos años, uno de mis primeros clientes en las tareas de consultoría política dejó a un lado mis servicios porque parece que le era muy difícil, talvez imposible, asimilar lo que yo insistía que hiciera y que imponía elementalmente la estrategia: Que guardara bajo perfil ante provocaciones de sus rivales.
¡Nooo!. Ese “líder” no soportaba que desde la acera de enfrente le dijeron “esto” y él no pudiera responder “aquello”. Prefirió seguir su ruta sin asesoría para abrazar el declaracionismo de campaña. Han pasado varias elecciones y mi antiguo cliente no ha alcanzado siquiera una candidatura a suplente de regidor.

viernes, 25 de mayo de 2007

Galloloquismo al ataque

Si de algo adolecen en mucho los políticos que aspiran a gobernarnos, aquí y en casi todos los países latinoamericanos, es en la carencia esencial de estrategias de comunicación para que la gente, los electores, conozca de sus propósitos y entienda sus actitudes. Por eso, siempre es mayor el número de vencidos que el de vencedores.
Las campañas contemporáneas se basamentan mucho en la comunicación porque el blanco de público, el centro de la actitividad pre-electoral, es el ciudadano común, el votante indeciso, que le gusta o no tal o cual aspirante en función de su cotidianidad. De ahí, que la propaganda y la difusión de mensajes para captar votos se concentren más en tocar los temas de la economía, la seguridad ciudadana, el empleo y/o desempleo, el costo de la vida, etc..
Las estrategias de comunicación orientadas a la victoria, no a satisfacer caprichos de los candidatos y su entorno, tienen que convencer al elector de la sinceridad de los planteamientos que se le formulan. No hay camino al triunfo si la gente no sintoniza sus necesidades, aspiraciones y hasta sueños con lo que expresa el candidato.
A la actitud generalmente egocentrista de los políticos, que piensan en los electores solamente cuando las autoridades de comicios están contando los votos, se une para esa falla en la comunicación la existencia en el entorno de los candidatos de oportunistas e ignorantes, a veces pretendidos estrategas, exponentes fieles del galloloquismo.
Se dice que “nada más osado que un ignorante” por lo que no es raro escuchar a “asesores” que no son tales, que carecen de condiciones cualitativas, haciendo como suyos planteamientos teóricos que otros les han preparado o que han leído y copiado de textos elementales de estrategias de campaña.
Es donde observamos el ataque del galloloquismo, pernicioso y dañino síndrome que conduce a los equipos de campaña por caminos equivocados, que pone a los candidatos a dar palos a ciegas.
Un candidato que comete esos errores, por decisión propia o inducido por amanuenses y mangansones, no consigue jamás posicionarse en la mente de los electores como el líder que va a solucionar sus problemas. Y en consecuencia, aún cuando sean muchas y grandes las debilidades del adversario, se le hará muy empinada la cuesta a escalar para alcanzar la victoria.
Lo grave de todo esto, es que cuando el galloloquismo está suelto y al ataque en un equipo, para erradicarlo hay que gastar muchas energías hacia adentro, cuando lo vital es reservarla para lo que espera afuera.

sábado, 19 de mayo de 2007

El séptimo bunker

Apasionado de la grandilocuencia en todas sus manifestaciones, incluyendo (¡claro está!) la del crimen, Adolfo Hitler confió a Albert Speer, por recomendación de Joseph Goebbels, la construcción de grandes bunkers o fortificaciones diseñadas de tal manera que tuvieran puntos de defensa en 360 grados o defensa circular, con ametralladoras de grueso calibre y un angulo de tiro de 180 grados.
Datos de la época de gloria del Tercer Reich refieren que algunos de esos bunkers contaban con una o dos entradas cubiertas por puertas blindadas y con otras internamente protegidas, además de facilidades que iban desde habitaciones para la guarnición, cuartos de baño, cocina y cuarto de comunicaciones, hasta planta de energia y salida de emergencia. Seis de estas edificaciones construyó Speer en el Berlín de los años 40, incluyendo el de la Cancillería, donde el Führer y hasta Goebbels dieron la bienvenida a la derrota alemana.
El escritor norteamericano Irving Wallace, compañero de Ronald Reagan en el Army durante la Segunda Guerra Mundial, en su cautivante estilo novelado, mezcla de realidad y ficción separadas apenas por una frontera abstracta, sostiene en su obra “El Séptimo Secreto” que eran siete los bunkers de Hitler, insinuando la maniobra del Führer en 1945 para que se le creyera suicidado junto a Eva Braun mientras ambos escapaban por un pasadizo subterráneo que los habría llevado a una edificación de este tipo cuya existencia era secreta, y donde vivirían por años sin ser descubiertos.
Los bunkers de Hitler eran subterráneos, hechos para resistir bombardeos, con tremendos sistemas de seguridad, en capacidad de responder ataques de cualquier tipo y modelos de la arquitectura guerrerista de aquellos tiempos, que aún con rasgos faraónicos era tosca, sombría y si se quiere hasta lúgubre.
Hoy en día, un bunker es otra cosa. Generalmente no es subterráneo aunque pudiera estar fortificado para enfrentar jornadas imprevistas. Interiormente, sus facilidades no deben ser toscas sino agradables para comodidad de sus usuarios, y pese a que se presume que sus ocupantes pretenden usarlos para aislarse de los demás talvez no sea ese el propósito de establecerlo, ni el mejor de los fines y uso que puedan darles.
Es más, ha variado tanto el concepto de bunker que muchos bohemios tienen algunos semi-clandestinos, en especie de apartamentos de solteros, y no faltan las tiendas de licores (licuor store, como prefieren identificarse ahora) que han adoptado esa identidad.

Victoria, el 16 de mayo

Conversaba en Miami hace ya unos cuantos años con un entonces y hoy otra vez funcionario del Gobierno, que para esos tiempos era mi amigo y con quien trabajaba muy de cerca, sobre las habilidades necesarias para conducir vehículos de motor, de las cuales él carecía (y creo que aún carece) y sobre las que me afirmaba no tener interés en poseer “porque siempre tendré chofer para mí y para mis hijos”.
Como reacción instantánea, muy espontáneamente le comenté que pese a ello, me sentía en ventaja “porque en algún momento serás ex funcionario y yo nunca seré ex periodista”. Así ha sido, aunque él ha vuelto a ser funcionario. En otro momento, de nuevo, seguro que volverá a ser ex.
Todo viene a cuento como preámbulo para un relato vinculante al ejercicio profesional, el amor paternal y la descendencia familiar. Veamos:
Profesionales de la sicología y el análisis del comportamiento humano aseguran que los padres tienden a ser generalmente los seres más admirados por sus hijos, no tanto por lo genético sino además por el ejemplo que de ellos toman y por la cotidianidad de su intercambio.
De ahí, probablemente, que haya surgido aquello de que los padres quieren lo mejor para sus hijos, base primogènita de los consejos y recomendaciones paternas, del “añoñamiento” para esos descendientes y de procurar compartir con ellos satisfacciones y sufrimientos.
Ya con cinco varones en la prole, en 1986 –para esta misma fecha- tuve la fortuna de recibir en la familia a mi primera procreación femenina. Aquello fue para mí una victoria, razón por la que le dí ese nombre a la criatura, en clara evidencia de satisfacción, aunque otras hembras y varones llegados después completan y/o complementan el orgullo paterno por la procreación.
Cumplidos hoy 21 años de su nacimiento, congratulo a Victoria, mi hija mayor, y me congratulo yo, porque ella –casi terminando su formación universitaria en comunicación- se empecina en seguirme los pasos, aún con mis advertencias sobre la parte ingrata de este oficio, lo nada benéfico en que se torna económicamente cuando se ejerce por vocación y convicción, y ¡claro! con mi reiterada proclama de que “hay que tirar páginas a la izquierda” para no ser uno(a) más del montón, todo lo cual ya ha ido comprobando.
Aún así, es el periodismo tan atrayente y cautivador que tengo la seguridad y convicción de que no será la única en mi prole en abrazarlo.

La estrategia en la campaña

Todos los teóricos y tratadistas de la comunicación política coinciden en dar una muy especial importancia, un rol de primerísimo orden en toda campaña, a la estrategia, parte sin la cual sostienen que no camina ninguna candidatura, por carismática y/o mesiánica que esta pretenda ser.
Y ocurre que la estrategia es –ciertamente- parte importante del tinglado. Pero no lo es todo en sí y por sí, aunque su aplicación y seguimiento viene resultando –eso sí- en uno de los componentes más valiosos y caros al mismo tiempo de toda campaña en procura de alcanzar un cargo de elección popular.
Es por esa, entre otras razones, que ahora hay tantos estrategas de campaña, asesores y consultores que van de un confín a otro del planeta, llenando sus curriculums de ítems, presentando propuestas motivadas con lenguaje florido, facturando muy pero muy bien (¡claro está!) y dejando tras de sí una estela de fama.
El consultor cuyas herramientas y consejos hacen posible el triunfo de su asesorado se da el postín, como diríamos por aquí, de autocalificarse como “asesor de candidatos triunfadores” y su aritmética va sumando las victorias aunque generalmente jamás comenta ni agrega las derrotas.
Algunos aspirantes gustan mucho de tomar referencias en candidatos exitosos que han actuado rompiendo los paradigmas que se ha formado la sociedad de quienes pretenden dirigirla. Y como a veces esos parámetros rotos les han dado resultado, tienen asesores por tenerlos pero solamente escuchan y prestan atención a lo que ellos quieren, no a lo que aconseja la estrategia. Es el caso típico (o atípico) del candidato inasesorable o que todo lo sabe. A ese, por más éxitos que le hayan acompañado en otros quehaceres cotidianos alejados de la política, nada bueno se le puede augurar en una campaña.
Esto no quiere decir en modo alguno que toda la verdad y razón esté en poder de los asesores, consultores o estrategas formados y reputados como tales, pero en su beneficio hay que señalar que de los errores surge la experiencia, lo que da ventaja a un estratega con camino recorrido frente a uno que comienza a recorrerlo, o más bien frente a bobalicones, amanuenses o mangansones que por asistir a cualquier seminario o taller de técnicas de campaña ya se sienten magíster en estrategias sin serlo.
En el diseño de toda estrategia de campaña han de tomarse en cuenta numerosos factores, pero básicamente ya en el mundo de hoy hay que partir de investigaciones que arrojen luz a los vericuetos del difícil camino de convencer a la gente, para que el consultor convenza a su vez al candidato sobre lo que debe o no debe hacer. Y si el candidato es asesorable, entonces habrá esperanza.

Plasticidad política

Con mucha frecuencia suelo bromear con mis hijos mayores graficándoles la plasticidad de divas y megadivas de la televisión y el espectáculo con el señalamiento de que cerca de estas no se puede encender un fósforo porque se consumirían derretidas.
Extendida a otras áreas del quehacer humano, debo ampliar mi advertencia porque también hay plasticidad en la política, con el agravante de que en el caso de las divas y megadivas éstas son así en pretensión de más lucidez y garbo para el entretenimiento colectivo, mientras en el de los políticos hay que darle otro enfoque.
Coinciden en propósitos estas beldades (a veces pretendidas) y los políticos en cuanto y tanto el ejercicio de la plasticidad se lleva a cabo con la intención de satisfacer el ego, procurar sobresalir y a veces llenar lagunas de comportamiento en aras de trepar socialmente.
La plasticidad política se evidencia en la conducta que exhiben aquellos que en la exposición pública de “sus ideas” (si las tuvieran) cambian hasta el tono de la voz y gesticulan procurando poses que en ocasiones se tornan en muecas ridículas. También, queda claro que son plásticos los presuntos “líderes” cuya ascendencia no trasciende los espacios de algunos medios benévolos donde a veces hasta “para salir de ellos” les son publicadas fotos y reseñas.
En su afán de estar en todas, estos personajes se hacen denominar “dirigentes” aunque no dirigen nada y ni siquiera ocupan posiciones dirigenciales en las organizaciones donde medran. Muchos lucen exponentes fieles de lo que he dado en calificar como “el mangansonismo” político, espacio reservado a los tantos bobalicones que la cotidianidad política ofrenda a la Nación, aunque en la búsqueda de ventajas, prebendas y canonjías no son tales. Ahí sí es que son hábiles …y por demás dichosos, porque amparados en el lambonismo consiguen con facilidad lo que otros, renuentes a “tumbar-polvo”, no alcanzan.
Nuestra clase dirigente (como gustan que se diga en los entretelones intelectualoides de la “sociedad civil”) tiene la gran responsabilidad de asumir los retos y desafíos del presente para que el porvenir sea más halagador, o por lo menos para dar esa esperanza.
Por esa, entre otras razones, los dirigentes o líderes deben mantener ciertas formas, no para el entretenimiento general sino en procura del convencimiento de quienes ellos buscan sean sus gobernados (tomando en cuenta que la finalidad de todo el que se abraza al oficio de la política es ejercer el poder).

lunes, 7 de mayo de 2007

En la Zona Cero

Creo con toda sinceridad que la humanidad ignora todavía, no ha alcanzado a comprender, la forma cruel como la marcaron los atentados del 11 de septiembre de 2001, que dividieron la historia entre antes y después de esa fecha.
Estando la semana que recién finaliza de paso por la ciudad de Nueva York, por segunda vez después de los atentados me decidí de nuevo a visitar el sitio donde estuvieron las torres gemelas, ahora bautizada en la metrópolis como Zona Cero.
La primera ocasión lo hice en 2003 y ahora, como aquella vez, observando la exposición gráfica-mural de los acontecimientos de aquel septiembre maldito, no pude menos que reflexionar sobre como el fundamentalismo fanático acabó en instantes con la vida de miles de inocentes, en nombre de Alá.
La cavidad profunda que puede observarse en el espacio que ocuparon aquellos rascacielos que desafiaban la gravedad y las alturas es el recuerdo de aquel hecho fatal sobre cuya programación, planificación y ejecución aún se tejen las más diversas teorías.
La comercialización de la tragedia, traducida en la venta en el mismo lugar de la masacre y en los alrededores de souveniles, albúmes de fotos y todo cuanto pueda ser recuerdo de lo que ya no está, plasma en la mente aquello de “lo que pasó, pasó”, y refresca las teorías del consumismo como base y sostén del capitalismo que combatimos con entusiasmo inducido en nuestros años mozos.
Esta es la fecha, casi 6 años después de los atentados, que se ignora con certeza el número de víctimas que dejaron esos hechos, que para Nueva York y el mundo crearon un síndrome y dieron cancha a que se lanzara la llamada Guerra contra el Terrorismo, que tiene sus defensores y detractores.
Visitar la Zona Cero sobrecoge y entristece al más insensible. Las huellas de aquella temeraria y maldita osadía están ahí, a la vista de todos, y no hay forma alguna de entender como los hombres, fanatizados por el adoctrinamiento, pudieron emprender una aventura de esa naturaleza, que traumatizó a la sociedad toda.
No puede haber mente sensata en el mundo que justifique los ataques de Al Qaeda de septiembre 2001 contra Estados Unidos, que más que contra los norteamericanos, victimaron una ciudad como Nueva York, que con todos sus vicios y problemas, no cesa de acoger emigrantes de todas las latitudes.
Porque estando allí, pensé y casi lo expresé en voz alta: ¡Que Alá maldiga mil veces a Bin Laden!.

martes, 17 de abril de 2007

Prepararse para perder

A muchos políticos, en todas partes, les encanta que sus asesores y/o consultores les digan los que ellos quieren oir antes que lo que deben oir.
Por eso, muchas veces los amanuenses avanzan más en alcanzar su aprecio que aquellos a quienes preocupa y duele que su(s) abanderado(s) cometa(n) errores tras errores que lo(s) pueda(n) alejar del camino para lograr su objetivo.
De ahí, que con frecuencia, en tertulias y peñas escuchemos que tal(es) o cual(es) político(s), candidato(s) o aspirante(s), no escucha(n) ni atiende(n) sugerencias, y generalmente no se prepara(n) para perder, ya que sólo atina(n) a estar listo(s) para el triunfo, alentado(s) siempre por los alabarderos que se sienten ministros anticipadamente. Craso error.
Jaime Durán Barba, quizás y sin quizás el mejor evaluado de los consultores políticos latinoamericanos, con más de 15 campañas presidenciales y otras decenas de jornadas menores ganadas en el hemisferio, sostiene que en su ejercicio profesional ha abandonado algunas consultorías al advertir que su asesorado no está preparado para perder.
Aquí y en otras latitudes, los políticos gustan mucho de aferrarse al declaracionismo mediático, quejándose con frecuencia de sus manejadores de prensa cuando no consiguen que se destaque como ellos quisieran una que otra actividad y/o exposición a veces intrascendente(s). Es lo que definimos como “irse por las ramas”.
Los consultores y/o asesores no pretenden teorizar sobre la política. En muchos casos, tenemos formación política teórica pero nuestro trabajo es en la práctica, ya que una campaña hay que verla con visión militar, donde se va a ganar …o a perder.
Naturalmente, los resultados dependerán de la estrategia que se utilice y lo que todo consultor prefiere es ganar las elecciones, lo que debe(n) entender y asimilar el(os) candidato(s).
Los políticos/candidatos pretenden golpear a sus rivales y no ser golpeados. Entienden que solamente sus pasos son atinados, rehúsan en mucho reconocer las fortalezas del adversario y, con el lambonismo del entorno en función a todo dar, suelen perder las perspectivas y con ello, las elecciones.
La cabeza fría y el corazón caliente es una frase que resume en 7 palabras la línea conductual apropiada sugerida para todo(s) el(os) que persigue(n) competir en política.
Solamente así, se estará preparado para perder, sin frustraciones para el futuro.

martes, 10 de abril de 2007

Pócima de Lealtad

Hará cosa de 3 a 4 años –no más- que mi amigo de antaño y colega Eulalio Almonte-Rubiera (Lalo) me regaló un cachorrito chow chow, al que etiqueté de inmediato con el nombre de Bacano, lo he alimentado con ternura y hasta le hice “su casa” en el patio de la mía, preocupándome por él en detalles siempre.
Lalo, que es periodista (y de los de verdad, que razona, no teme a los teclados ni escribe en manuscritos antes de ir a la computadora), ni se imagina –supongo- el aprecio que puse y tengo por ese obsequio.
Cuando me levanto, si está libre en el patio, Bacano me espera extendiéndome su extremidad delantera derecha en señal de saludo, gesto que siempre correspondo con mi diestra. Si está encadenado en “su casa” ladra reiteradamente al percatarse de mi presencia. De noche, cuando es liberado para que asuma su rol de vigilante, no titubea para acercarse esperando que le acaricie la cabeza antes de empezar su misión.
En fin, mi perro conmigo es mantequilla en pan caliente, aunque es feroz ante los desconocidos.
En los seres humanos la lealtad es virtud admirable, que no tiene precio y que talvez por ello no abunde. Sin embargo, hay diferencia, aunque colindan, entre la lealtad y la sumisión.
La primera enaltece, la última llega a humillar y hasta degrada, porque elimina la personalidad propia, la iniciativa y hasta el don de gente.
En mi adolescencia revolucionaria, motivada tras leer –entre otros- a Over, Vivir Como El, Economía Política de P. Nikitín y las Citas del camarada Mao, Aurelio Valdez y/o Mercedes (Juancito siempre para mí y los míos), ex hombre rana de los del 65, oriundo de Mata San Juan, cumplió la misión de protegerme de la caverna y la intolerancia, a cuya mira peligrosa me exponía por mi inexperiencia y entusiasmo desmedido de juventud, y todavía hoy nos profesamos una amistad incondicional recíproca.
Juancito es el mismo en dignidad y lealtad pese a los años. Ninguna fortuna material ha conseguido de mantener sus creencias y entregar su juventud a algunos de los principios que lo llevaron a Ciudad Nueva.
Pragmático, confiesa tener sus decepciones y se enorgullece de haber levantado su familia con sacrificios indescriptibles.
Bacano y Juancito son, entre otros, casos diferentes de lealtades que han de servir de pócima nutriente en un mundo donde los antivalores tratan de imponerse por encima de la lógica y el sentido común.

martes, 3 de abril de 2007

Confieso que he vivido

Ni por asomo llega mi osadía (que en este caso pudiera ser más bien un atrevimiento –“agentamiento”, en buen dominicano-) a buscar comparación alguna con el poeta Neruda.
Debo confesar que he vivido grandes satisfacciones durante mi existencia: personales, profesionales, económicas, etc., pero mi artículo de la semana pasada En un Tris…(a Goyito/in memoriam) me brindó especiales estadios de regocijo interior.
Sentí profundamente el deber cumplido –nunca terminal- con el amigo ido a destiempo de la(s) mano(s) aleve(s) y vil(es) de la intolerancia y la impunidad, pero sobretodo, me estremeció en el alma el eco de mis palabras en colegas y amigos de ayer, hoy, mañana y siempre.
Nunca antes, en casi 36 años de ejercicio periodístico, había rebotado lo que he escrito con tanta espontaneidad y nostalgia en quienes me dispensan el privilegio de leer las reflexiones que inspiran estas líneas. He aquí unos pocos ejemplos:
Santiago Estrella Veloz, veterano not retired de mayor data que yo en el periodismo, me escribió diciendo: “Hoy leí tu artículo sobre Goyito y te confieso que sentí nostalgia”. Petra Saviñón lo encontró “hermoso” (lo que me halaga), Manuel Miqui recuerda que estaba en la Duarte con Mercedes la noche fatídica del asesinato y sostiene que “ese periodismo de sentimiento y de honestidad, es historia”, Fausto Jáquez expresa su alegría “por el respeto con que recuerdas a tu maestro” y Francisco Pérez Encarnación dice que “habla muy bien de usted un gesto como éste”. Mi madre lloró al leerlo y Domingo Bautista se sobrecogió entristecido.
Ricardo Rojas León, compadre, hermano y colega, salió de su cueva ejecutiva motivándome mediante e-mail y llamada telefónica a “hacer un esfuerzo por revivir judicialmente el caso” y buscar ganar “una batalla moral”.
María E. García Caba (Tupper) comentó en mi blog (www.paginadelh.blogspot.com) que “tio Gregorio siempre fue una persona digna de alabanza. Yo lo recuerdo aunque estaba pequeña como una persona cariñosa y muy atenta. Gracias por su amabilidad y bonito recuerdo”, y Máximo Manuel Pérez, casi de mi misma generación en el oficio, hizo diana al señalarme:
“Te confieso, viejo amigo, que tu artículo de esta fecha sobre Goyito me causó mucha pena y al igual que tú, cuando yo estudiaba en el IDP, siempre fue receptivo y abierto a mis inquietudes. No tuve el honor de trabajar con él; porque don Rafael me cautivó primero, pero en verdad, creo que a pesar de que ambos se han ido, fuimos afortunados. Cuánta solidaridad había entonces. Y a propósito, ¿es igual ahora?”.
Bien se ve que llegó el mensaje. No puedo estar más satisfecho. Confieso que he vivido.

viernes, 23 de marzo de 2007

En un tris...(a Goyito/in memoriam)

-“Pichón, ¿quién hace esas notas que siempre me traes?”, sonó como un disparo la pregunta.
-“Eeeh… yo mismo”, fue la respuesta nerviosa del mozalbete, que creyó que la interrogante era el preludio de un reproche.
-“Si es verdad eso, ven todas las tardes aquí, donde mí, que te voy a hacer periodista”, dijo aquel hombre desde su escritorio, al fondo del pequeño salón.
-“¿Periodista yo?”, se preguntó para sus adentros el mozalbete, cuyas aspiraciones de la pubertad eran las de ser arquitecto, talvez porque era bueno en las matemáticas.
Aún con dudas, el muchacho recibió aquellas palabras como un aluvión de energía positiva. Casi no podía creerlo(“¿Yo periodista?”, se repetía a sí mismo) pero viniendo de esa persona, que percibía tenía algún mando allí, acogió la sugerencia.
El de ese llamado para que el periodismo tuviera un nuevo oficiante era Gregorio García Castro (Goyito). El mozalbete era yo.
De aquel hombre hiperactivo, conservo como imagen aquella con el auricular de la centralita telefónica gris entre el hombro y su oreja derecha escribiendo con inusual rapidez en una máquina Facit, de suave carro que dejaba escapar un sonido de campana al término de cada línea.
Era el jefe de redacción del periódico. Aunque gustaba de dar conferencias sobre periodismo en el interior, daba ejemplo de sencillez y humildad reseñándolas siempre identificándose simplemente como “redactor de Ultima Hora”.
Cada día, tenía tiempo para dar seguimiento a las noticias que dominaban la actualidad, recibir por la vía telefónica datos sueltos de cualquier reportero y/o corresponsal, escribir y chequear su columna En un Tris… y verificar –antes que lo hicieran Virgilio Alcántara y Moisés Pellerano- el pegado de las páginas.
Cerrada la edición del día, escribía un comentario para el más popular programa televisivo del mediodía, redactaba el editorial de un noticiero radial, distribuía notas en la redacción y adelantaba asignaciones para los reporteros.
Era pequeña entonces la redacción de Ultima Hora, en la mezanina de aquel edificio, siempre pintado por fuera de verde, de la calle 19 de Marzo con Salomé Ureña. La dirección estaba detrás de la redacción, publicidad y contabilidad en el primer piso, y enfrente, administración y talleres, que eran los mismos del Listín Diario.
De allí salió Goyito a su cita con la muerte la noche del 28 de marzo de 1973, hará hoy 34 años.
Si el periodismo dominicano tiene un primer y verdadero mártir, ese es Goyito, que cayó asesinado por la intolerancia de entonces, pero sobretodo, por el ejercicio de este oficio, a veces ingrato, pero que era su vida.
Su recuerdo y admiración siempre estarán en el mozalbete que él llevó al periodismo sustrayéndolo de la arquitectura y que escribe estos párrafos sin poder evitar las lágrimas.

miércoles, 21 de marzo de 2007

La percepción y el vocabulario del cuerpo

Frente al desafío de la globalización y las nuevas tecnologías en la actividad política hay que buscar nuevas respuestas y herramientas no sólo para interpretar la realidad sino para recrearla.
Es necesario combinar modernas técnicas de Comunicación, en tanto pilar fundamental de toda organización o institución, con la búsqueda de objetivos y propósitos específicos.
Y todo, porque para el éxito se requiere lograr una percepción positiva, para lo cual ayuda en mucho, quizás prioritariamente, el vocabulario del cuerpo en la exposición pública.
Del enfoque del presente y futuro, de las propuestas que se presentan para enfrentar y solucionar problemas, y de las gesticulaciones que acompañan esos planteamientos, depende lo que el auditorio (en este caso, los electores) perciba(n).
Mensajes claros y simples, aunque no exento de contenido, es lo que imponen las campañas de hoy. La variedad es más bien cuestión de enfoque. El vocabulario corporal es el complemento.
Gestos sin rima con el discurso, como ha sido lo tradicional, no comunican. Más bien alejan adhesiones de indecisos y hasta de cófrades, usualmente proclives a las más impensables alabanzas.
Los problemas complejos y tortuosos de hoy no se puede pretender resolverlos con las viejas herramientas de ayer. La trinchera y la barricada del pasado han cedido turno a la estrategia, el análisis, la perspectiva.
De ahí, los cortes y peinados fabricados, las sonrisas maquilladas, el foto-shop en los afiches, los grupos de trabajo en el equipo de campaña para escanear (más bien monitorear) al(os) adversario(s) y analizar su conducta, las encuestas y focus groups no publicables, los consultores, etc..
Ha desaparecido ya el mesianismo de los caudillos del ayer, como Velasco Ibarra, en el Ecuador, de quien se decía que “sólo necesitaba un balcón para alcanzar la Presidencia” o la justificación de los seguidores de Balaguer cuando en vida éste erraba y proclamaban “es que el doctor todo lo tiene calculado”.
Ahora son otros tiempos, otras realidades.

viernes, 16 de marzo de 2007

Mafias periodísticas en acción

Muy natural es que profesionales de un mismo segmento generacional, de una misma promoción, de una misma época, se unifiquen en su ejercicio cotidiano, se asocien de una u otra forma o interactúen para fortalecer conocimientos, contarse anécdotas, traspasarse experiencias …y hasta para hacer negocios juntos.
Es lo que los sociólogos y/o sicólogos describen como convivencias ocupacionales positivas, según me ha explicado un buen amigo que subsiste gracias al escrutinio rentado del comportamiento humano, que él me asegura tiene pocos oficiantes y más pacientes de los que se pueda cualquiera imaginar.
De ahí que hayan surgido los más insospechados grupos cohesionantes de profesionales, más con pretensiones de ser escenarios de la interacción social de individuos y familias, que de gremios, sindicatos o entes para denuncias y luchas reivindicativas.
Un poco más allá pero interrelacionadas con ese marco, con aristas aparentes de integrar cadenas auxiliares para la difusión informativa y/o propagandística de figuras públicas apuradas en ocupar espacios en los medios están surgiendo mafias periodísticas degradantes.
Se trata, de núcleos maleados por lo anti-ético, reclamantes de afectos y cariños, exigentes y amantes del efectivo, que como perdona-vidas al estilo de los adláteres de Al Capone, ofrecen “protección” (leáse en este caso difusión) a cambio de peajes y sobornos de diversas especies y naturaleza.
La mecánica de estas mafias es simple pero desafiante. Al que aporta se le difunde lo suyo, aunque sea puro declaracionismo de este tiempo, vacío de conceptos y propuestas, y al que se resiste a caer en la red, sus razonamientos –por conceptuales y atinados que sean- van a parar a la morgue, una especie de zafacón para el sueño eterno.
Se han fortalecido tanto estas “familias”, que me cuentan algunas figuras públicas que se saben víctimas pero entienden que deben cohabitar con ellas, que cuando hay atrasos en el saldo de sus exigencias, su accionar es el ataque “porque aquí no hay quien no tenga de dónde le saquen”.
“En este mundo de hoy nadie es más papita que el Papa”, es una de sus más socorridas expresiones, generalmente motivadoras de “ofertas” de servicios alternos de difusión o censura de noticias. “Nosotros somos los que hacemos y sabemos lo que es noticia”, alegan al motivar todo un abanico de “opciones” ...con diversas tarifas.
Parecerá anticuado, pero reconociendo que es legítimo que todo el que abraza un oficio busque el ascenso profesional, social y económico, en el periodismo –como en cualquier otra área del saber- eso debería hacerse con buenas artes, con vocación de servicio, y por supuesto, con elegancia, decencia y prudencia.
Creo que estas reflexiones las avala nuestra ruta personal para tres docenas de años de ejercicio periodístico, pasando por casi 20 instituciones del Estado en funciones ejecutivas vinculadas a la comunicación y relaciones públicas, atravesando el abismo del reporterismo de infantería a la edición y dirección en medios escritos y radiales.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Lo que comunican los aplausos

Hace ya algunos años, el publicista Dionisio de Jesús escribió (creo que en las páginas del desaparecido vespertino Ultima Hora) unas reflexiones tratando de escudriñar ¿porqué los dominicanos aplauden en los aviones?.
Yo, que disfruto y ejercito el placer de viajar con frecuencia, he observado en los últimos tiempos una reducción –casi desaparición- de los aplausos de los dominicanos cuando los aviones de pasajeros aterrizan.
Hace unas pocas semanas, fui en viaje profesional a Tegucigalpa, Honduras, y en el momento de llegar al aeropuerto internacional de Toncontin, doy el testimonio de la destreza del piloto para bajar a tierra entre montañas y viviendas. Un estruendoso aplauso de los pasajeros coronó el aterrizaje. Ahí recordé el artículo de Dionisio.
El aplauso, han teorizado los estudiosos de la conducta humana que es una manifestación muy expresiva de comunicación, que refleja entusiasmo, adhesión, sinergia e identidad.
Se ha establecido con toda propiedad que el aplauso sirve, entre multitudes, para medir la aceptación o rechazo de personas, situaciones y conceptos.
Un deportista, un artista, un conferencista y un político mima el aplauso como sinónimo de apoyo y respaldo a su actuación. Y reaccionan ante este con egolatría, humildad o prepotencia, según su personalidad y carácter. A veces se envilecen (cuando los humos suben a la cabeza) y en otras ocasiones exaltan y apuntalan su sencillez.
Lo que comunica el aplauso es la visión de la gente ante lo que hace o ha hecho el beneficiario de esa expresión, tan espontánea y proactiva que aunque hay quienes usan claques para provocarla en los actos de masas, jamás el sonido onomatopéyico del choque de las manos ha sido sujeto o instrumento equivocado de medición.
Si el aplauso es tributado de pie por el auditorio, hay que convenir que hay aceptación plena. La comunicación ha estado en su máximo nivel.
Aquí también se aplaude cuando terminan de entonarse las notas del Himno Nacional. O cuando concluyen los 60 segundos tras el pedido de “un minuto de silencio para honrar a…” hecho por cualquier osado.
En contraparte existe el abucheo, que no es siempre tan espontáneo como el aplauso (porque hay quienes saben promoverlo con manipulaciones de diverso género), pero que también comunica ¡…y de qué manera!.
De manera, que cuando hay aplausos debe darse una lectura comunicativa al escenario para sacar conclusiones.

viernes, 9 de marzo de 2007

Comunicación para el candidato

En torno a los candidatos, aunque sean aspirantes a puestos en juntas de vecinos y/o clubes de servicios, no debe faltar un plan de Comunicación.
Eso sí, Comunicación bien entendida, no acomodada a las pretensiones de lisonjeros a veces estúpidos, analfabetas e ignorantes, que entienden esta área tan importante de toda campaña meramente como un ingrediente cosmético, creyéndola un simple instrumento para buscar figureo en los medios de prensa.
El posicionamiento de Gobiernos, instituciones, personalidades, candidatos y aspirantes tiene que entenderse, planificarse, programarse y buscarse auxiliado básica y fundamentalmente en tareas de Comunicación.
En las campañas, los triunfadores están siendo aquellos que dan roles importantes a la Comunicación, que la asimilan y practican, sin menosprecio de las tareas reservadas para operaciones, finanzas, utilización de las bases y equipos de voluntarios o activistas para la promoción del mensaje.
En Comunicación se han de concentrar, aún actuando con independencia y cierta autonomía, las no menos importantes áreas de imagen, prensa, relaciones públicas y –en ocasiones- ceremonial y protocolo.
La actividad política va muy de la mano con largas, costosas, movidas, contradictorias y en ocasiones violentas campañas electorales, y hay en ella enanos y eunucos mentales que entienden la diatriba, la boconería, el rumor y hasta lo infame como instrumentos de comunicación.
Ahí radica, precisamente, su gran equivocación, porque en última instancia, estas serían herramientas propias y adecuadas para planes y programas de campaña sucia, que en estos tiempos abundan en oferta y ofertantes sin escrúpulos ni capacidad para el pensamiento, la creatividad y el trabajo profesional de comunicación.
Si se quiere un buen plan de comunicación política hay que empezar por disciplinar al(os) candidato(s), hacer que tenga(n) y lleve(n) una agenda de trabajo, que se organice(n), que aprenda(n) a leer resumenes ejecutivos en vez de informes vacuos de los que escriben los dirigentes inorgánicos loables, esto último solamente por aquello de loas por aquí, loas por allá, loas por acá), y sobretodo, que tome(n) decisiones.
En el staff de estrategia no debe faltar el que representa a Comunicación, pués sus opiniones –por necias que las consideren los políticos- generalmente van orientadas a derrumbar lo que hasta el(os) propio(s) candidato(s) se cree(n) a veces y que es tan negativo: creerse que el(los) lo sabe(n) todo.
Pese a estas reflexiones, definitivamente, en una campaña lo más importante es el candidato, su mensaje, su habilidad para comunicarlo, su capacidad para mantenerse frío y controlado bajo presión, su atractivo personal y, sobre todo, su credibilidad.
Y si el candidato posee una mente confusa y opaca, si transparenta inseguridad y doblez, no hay nada que el área de Comunicación pueda hacer para cambiarlo.
Si el candidato es imprudente y arrogante, no hay mago que lo transfigure en amante de la sencillez y la cordura.
En este tiempo las campañas no son las de hace una, dos, tres y hasta cinco décadas atrás, cuando los candidatos salían a las tribunas entorchados, engolaban la voz y acompañaban sus palabras con ademanes histriónicos sin rima …y hasta ganaban.
¡Nooo!. Ahora es el tiempo de la presencia física, los planteamientos que convenzan aunque sean virtuales, los telepronters, la musicalización de los escenarios, el uso de tramoya y escenografía atractivas, las pantallas planas gigantes para animar a las masas, los discursos sonorizados interactivos para dar la impresión de que se tiene el oído, la vista y la atención en el corazón del pueblo.
Este es el tiempo de los discursos cortos pero de contenido, que sean redactados precisamente por alguien de Comunicación en base a los aportes que salen de los focus groups, de las informaciones que brindan las encuestas que no se hacen para publicarlas en los periódicos sino como herramientas de trabajo.
Ya la rueda de prensa no es quizás –y sin quizás- el mejor medio para comunicar el mensaje, los boletines informativos a entregar a los medios deben ser periodísticamente bien redactados, y no hay espacio para los personajes descerebrados, improvisados y sin talento que gustan de “venderse” como expertos lobbistas siendo ignorantes que ni siquiera una nota convocatoria pueden redactar sin manuscritos.
Y de agregado, no puede obviarse que Comunicación debe manejarse con las mafias periodísticas del momento (aquellas que ven en cada campaña su tiempo de zafra, censuras y peajes), sin que el candidato adquiera imagen de anti-ético o de amigo del soborno a la prensa, que es lo mismo que ser corrupto.
Todo esto debe(n) entenderlo el(os) candidato(s). Para su propio bien y para que ejecute(n) una buena campaña que pueda ser exitosa.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Comunicación, política y candidatos

Gobiernos, instituciones, personalidades, candidatos y aspirantes a posiciones en la burocracia estatal y privada, han convenido en comprender que sus pretensiones están íntimamente vinculadas a la comunicación.
Por eso, en el staff de los triunfadores está en primerísimo orden la dirección de Comunicación, en torno a la que se adhieren, en la práctica, las áreas de imagen, prensa, relaciones públicas y –a veces- ceremonial y protocolo.
Hay quienes entienden la diatriba, la boconería, el rumor y hasta lo infame como instrumentos de comunicación política. ¡Que equivocados están!.
En última instancia, estas serían herramientas propias y adecuadas para campaña sucia, que por cierto, abunda mucho en oferta y ofertantes en estos tiempos.
Un buen plan de comunicación política tiene que empezar por disciplinar al candidato, hacer que tenga y lleve una agenda, que se organice, que lea resumenes ejecutivos en vez de informes kilométricos escritos por dirigentes inorgánicos (aquellos de loas por aquí, loas por allá, loas por acá), y sobretodo, que tome decisiones.
En el staff de estrategia no debe faltar quien represente a Comunicación, pués sus opiniones –por necias que las consideren los políticos- generalmente derrumban lo que hasta los propios candidatos se creen a veces: que ellos lo saben todo.
Si el candidato posee una mente confusa y opaca, si transparenta inseguridad y doblez, no hay nada que Comunicación pueda hacer para cambiarlo.
Si el candidato es imprudente y arrogante, no hay mago que lo transfigure en amante de la sencillez y la cordura.
Ahora es el tiempo de los telepronters, musicalización de los escenarios, tramoya y escenografía atractivas, pantallas planas gigantes para animar a las masas, discursos cortos pero de contenido, sonorizados e interactivos para dar la impresión de que se tiene el oído, la vista y la atención en el corazón del pueblo. Y por cierto, debe estar en Comunicación el responsable de escribirlos.
Hay que entender que para todo no funciona la rueda de prensa, que los boletines informativos para los medios deben ir bien redactados, periodísticamente, y que no funcionan los “bloofs”, personajes sin talento que “se venden” como expertos pero ignoran como se enciende una computadora, no manejan el Internet y hasta le tienen terror a los teclados.
¡Ah!, y ni qué decir de los que envuelven a los políticos, candidatos o no, presentando credenciales de lobbistas en base a contactos con las mafias periodísticas del momento, que ven en cada campaña sus tiempos de zafra …y de censuras.