lunes, 25 de junio de 2007

La ruta crítica

La ruta crítica de una campaña electoral comienza con el arranque del periplo final en el cronograma estratégico del proceso hacia la confrontación en las urnas de los candidatos. Dicho en otras palabras, cuando comienza la fase final de la campaña es cuando en realidad arranca la ruta crítica para el candidato y sus aspiraciones.
Se supone que cuando llega ese momento, ya el candidato tiene todo su equipo estructurado, todas las fichas han sido colocadas en su lugar, y en su esquema estratégico la maquinaria no tiene problemas de celos internos ni faltan aristas en la cadena de mando.
Los estrategas de campaña tienen un reto –quizás el más grande desafío- en lograr el ingreso en esta delicada parte del proceso con el menor número de problemas. Si lo han logrado, podría decirse que van bien posicionados a la confrontación final, que solamente deben estar atentos en los detalles, que son los que a veces ponen la situación fuera de control.
Sabiduría y serenidad son atributos que se requieren en demasía al llegar a esta etapa, donde en ocasiones los males intestinos ocasionan más daños que las escaramuzas con los adversarios externos.
Basados en los mapas que se estructuran por los resultados de la investigación, los equipos de campaña de los candidatos diseñan estrategias acorde con los propósitos que animan la propia existencia de cada proyecto político. De ahí, que las pesquisas sobre el pensamiento, las simpatías, anhelos y aspiraciones de los votantes sean la base primaria de toda estrategia de campaña.
Sólo los ignorantes, apasionados y emotivos “dirigentes” y/o “asesores” desfasados desprecian el valor de la investigación en el mercado político contemporáneo. Parecería un contrasentido, más bien “una becerrada”, pero en todo equipo de campaña nunca faltan los que -en nota discordante- tienen opiniones y criterios del pasado, superados por la existencia de nuevas técnicas y herramientas de defensa y ataque, según sea el caso.
Por ejemplo, en casi todas las latitudes, el Internet se ha convertido en una herramienta muy importante para los estrategas de campaña. Los web sites de los partidos, los blogs de los candidatos o el envío de boletines o mensajes por e-mail hacen que ya las campañas no se reduzcan a los tradicionales mitines, a la colocación masiva de anuncios(a veces aburridos) o a los propios debates televisados.
Sin embargo, hay orquestadores de campaña que no creen todavía en lo virtual ni en la influencia y penetración del mundo digital. Lo grave es, que a veces hasta convencen a los candidatos, muchos de los cuales aún no saben ejecutar un sencillo encendido de una computadora. Y no crean que esto es una exageración.
Y para la ruta crítica, detalles aparentemente simples, de esta y otra naturaleza, tienen que ser tomados en cuenta.

Ilusiones de campaña

Casi como tradición, en toda campaña electoral abundan las ilusiones: Las que venden los candidatos por obtener el favor de los votantes, las que se hacen los electores escuchando las ofertas de los candidatos y las que transforman a los aspirantes en ilusos.
Como recurso para buscar adhesiones, es válida y legítima la venta de ilusiones de parte de los candidatos, ya que no se puede obviar la realidad de que en cada torneo electoral la gente persigue mejores y mayores estadios de bonanza y progreso, siempre vistos desde la óptica muy particular de cada quien. ¡Y qué mejor manera de atraerse votantes que ofreciéndoles lo que ellos anhelan!.
En cuanto a las ilusiones que se hacen los electores por las ofertas de los aspirantes, vale decir que es una manifestación sociológica de espontaneidad como respuesta a la efectividad de los mensajes del candidato. A ofertas brindadas con mejores mensajes, mayor suma de adhesiones.
Y las que transforman a los aspirantes en ilusos son aquellas que surgen de la emotividad, cuando erráticamente las apreciaciones y estimaciones de los candidatos y/o sus equipos están muy alejadas de la realidad. Vale decir, cuando en la percepción estratégica del aspirante o candidato todo anda o pinta bien mientras sobre el terreno las cosas van de mal en peor.
Tan primitivo como pernicioso es el recurso de ofrecer a la gente conquistas y metas que de antemano se saben inalcanzables, toda vez que ello convierte al ofertante más en demagogo que en aspirante.
Ingenuo y razonable es, en cambio, que el elector se forje ilusiones de lo que le ofrecen quienes aspiran a ser beneficiarios de su sufragio por cuanto y tanto ya hemos señalado que se trata de viandas válida y legítimamente brindadas al votante. De su sentido común y raciocinio dependerá su decisión.
Y como de aspirantes y candidatos ilusos están llenos las campañas, nunca faltan los que se creen predestinados o mesiánicos, que nunca se preparan para perder, y si son derrotados -sea en contienda interna o externa- no hay alegato más recurrente que el de “me hicieron fraude”. Son apegados fieles a aquello de “yo, o que entre el mar”.

Rumores, rumores, rumores

La sinrazón y la falta de argumentos y consistencia para sostener o impulsar cualquier causa abrazan generalmente el recurso de la propagación de rumores en procura de alcanzar peldaños que la realidad y la verdad no ponen a su disposición.
La práctica no es de ahora ni exclusiva de nuestro país. Hay quienes con ella han alcanzado buenos resultados y no faltan los que, aunque hacerlo no les reporte beneficio de causa a sus proyectos, insisten en su uso talvez por aquello de que “el día más claro llueve”.
De esa forma, ante cada proceso político que involucre una competencia, no faltan los que –aparentemente especializados en la materia- recurren a propagar rumores para que la gente, mejor deberíamos decir los incautos, asuma como verdad situaciones alejadas de la realidad.
Es cierto que difundir algunos rumores a veces arrastra a la ocurrencia de coyunturas porque contribuye a modificar acciones o a reprogramar estrategias. Visto desde ese ángulo, en determinados momentos algunos rumores puestos a circular han cumplido su cometido.
Ahora bien, que una estrategia diseñada para vencer, ganar o triunfar (como usted prefiera llamarle) tenga su base en rumores, no es correcto. Es condicionar la posibilidad del éxito a una eventualidad, por demás sujeta a variables subjetivas y hasta imprevistas.
Como recurso comunicacional, por lo menos en campañas políticas, la propagación de rumores coloca la estrategia sobre el filo de la navaja, arriesga mucho –talvez todo- y es poca o escasa la posibilidad de éxito. Y los estrategas que ponen los huevos en ese tipo de canasta tienen que estar preparados para lo peor.
Desvencijados por las verdades, triturados por la metodología de la disciplina basada en tratar de colocarse siempre pasos adelante del adversario, los rumores sucumben en el descrédito junto a sus propagadores.
Sin embargo, “cada loco con su tema”, como repite el pueblo, con su proverbial sabiduría de siempre.

miércoles, 20 de junio de 2007

Manejo de crisis

Una de las áreas más sensitivas de la estrategia de comunicación en una campaña electoral es la que tiene que ver con el manejo de crisis.
Si se enfrenta con emociones o apasionamiento, probablemente la situación de crisis –que podría ser coyuntural- se tornaría más gravosa y pudiera hasta hacer colapsar la mejor de las estrategias.
Tanto como en Operaciones, para dar la cara a las situaciones de crisis que se presentan en una campaña hay que tener la cabeza fría y el corazón caliente, como solíamos decir en aquellos círculos de estudios de las teorías políticas revolucionarias de avanzada que improvisábamos con emotividad juvenil en la clandestinidad a finales de los años 60, creyentes e ilusos promotores de aventuras osadas inspiradas en experiencias foráneas hoy derribadas por la globalización.
Las crisis de campaña no son otra cosa que episodios críticos surgidos de las contradicciones propias de un proceso político en que se supone chocan màs que candidatos y/o propuestas, estrategias que procuran el mismo objetivo: el triunfo para alcanzar el poder.
Generalmente, los candidatos no están acostumbrados a visualizar que una crisis, por pequeña e insignificante que parezca, trae dentro de sí el tornado que pudiera hasta enviar por la deriva sus aspiraciones. Nuevamente, es ahí donde han de jugar su rol los asesores y/o consultores, tantas veces despreciados por relacionados, “canchanchanes”, amigos y hasta familiares de los candidatos.
Es que la estrategia para enfrentar las situaciones de crisis no siempre son melosas. Tampoco se tornan simpáticas, ni siquiera para los propios aspirantes, que a veces temen que desde la acera de enfrente les lancen duro con mísiles para los que no tendrían respuestas.
Y los asesores y/o consultores bien que lo saben, ya que precisamente porque se les supone experiencia, frialdad y destreza para dar el frente a estos episodios es que se les busca y contrata.
José María Velasco Ibarra, expresidente ecuatoriano, solía presumir de que para alcanzar la Presidencia solamente necesitaba un balcón. Muy cierto. Dicen en Ecuador que hipnotizaba con su oratoria a las masas pero no así a los gestores de las crisis en medio de las cuales fue expulsado del poder en igual número de veces como las que triunfó en las urnas. Es un caso típico de manejo inadecuado de situaciones de crisis.
Joaquín Balaguer, del que tantas anécdotas “suenan” por ahí, recibió en el Palacio Nacional una mañana de 1975 a un vicealmirante de la Marina de Guerra que llegó hasta allí con el encargo de entregarle la renuncia conjunta de los principales jefes militares de aquel entonces. El astuto caudillo fríamente convidó al oficial a dejar la comunicación sobre el escritorio y, sin darle mayor importancia, salió en helicóptero a la lejana Línea Noroeste y encabezó un acto oficial y de contacto con la gente. Ejemplo latente de enfrentar una crisis -¡y qué crisis!- con la apariencia de no prestarle atención.
Coraje, decisión, sabiduría y madurez tiene que aplicarse cuando se presenta una situación de crisis en un proyecto político. Sin olvidar aquello –repito- de que hay que actuar con la cabeza fría y el corazón caliente.

Entre "anillos" te veas

Alrededor de toda figura pública célebre, ya sea artista, deportista, empresario, funcionario o aspirante, siempre operan los llamados “anillos”, entorno que en la generalidad de los casos se torna extraordinariamente nocivo para las posibilidades de éxito de todo proyecto político.
Ejemplos sobran de figuras “anilladas” que viven en otro mundo, que ignoran lo que en verdad la gente piensa de ellos, que actúan por eso de espaldas a lo que aconseja el sentido común y que cada día se alejan más de alcanzar el éxito en lo que quieren y procuran.
Generalmente, los que integran esos “anillos” escalan posiciones y cercanía en las celebridades gracias al uso constante de la intriga y el chisme.
Como “virtud” común tienen la ignorancia, la carencia de creatividad e iniciativa y la falta de personalidad y coraje. Para los que forman parte de cualquier “anillo” nada más repelente que cualquiera con talento, creatividad, iniciativa y personalidad propia.
Estas son verdades de peso, aunque -como para confirmar la regla de la excepción- hay celebridades que rechazan el cerco de los entornos, conocedores de que el propósito y fin de los creadores de estas estructuras negativas siempre es alejarlo de la gente, y por ende, del conocimiento de la realidad.
Cual que sea la figura de que se trate, sintonizar con la gente es tarea puntual ubicada en el otro extremo del funcionamiento de los entornos constituidos en “anillos”, de tan dañina experiencia y resultados.
Y algo que se repite en cada caso: El que se deja “anillar” se aleja cada vez más de los que son realmente suyos y de llegar a alcanzar la(s) meta(s) que se propone, su disfrute ha de ser efímero y convulso.

viernes, 15 de junio de 2007

Resaca de una estrategia errada

La aplicación de estrategias erradas en una ruta crítica de campaña no conduce a otro destino que no sea la resaca de una derrota, que en muchos de los casos empuja a la conclusión por colapso de cualquier carrera política, aunque ésta sea tan brillante como una estrella.
Nada peor para un candidato o aspirante a candidato que aferrarse a una estrategia de campaña errática, mal enfocada y motivada más en convicciones personales que políticas. Es el clásico error que cometen los que pretenden alcanzar la victoria pero nunca superan la condición de aspirantes.
Estos tiempos imponen a los políticos un cambio de actitud y una disciplina comunicacional que no todos están en la disposición y voluntad de asimilar. Aquí, por ejemplo, los aspirantes a cargos públicos se acostumbraron –y no han dejado la manía- al escenario del “¡Sí, Señor”!, donde todos asienten y aplauden lo que ellos dicen, plantean, indican, señalan y afirman.
No han aprendido lo dañino que son los anillos que se forman en los entornos, y que están integrados más que por visionarios y estrategas que por amanuenses y mangansones sin capacidad creativa, ni bragados para poder contradecir al aspirante, si fuere necesario, cuando de buscar una salida a un nudo coyuntural se trata.
Y, como dice mi colega Eulalio Almonte Rubiera, caen fácilmente víctimas de los que todavía venden espejitos y sueños con disfraz de propuestas, planteadas como “consejos para el triunfo”, cayendo siempre finalmente vencidos ante la amabilidad pragmática de rivales que abrazan “el grajeo” con el pueblo antes que la inexpresividad y la simulación de fortalezas inexistentes.
Una estrategia de campaña basada en valores que solamente existen en la exposición oral no puede “cuajar” aún en una nación como la nuestra, agobiada de tantas debilidades humanas, empezando por la inmodestia de los aspirantes que abrazan el triunfo antes de alcanzarlo.

miércoles, 6 de junio de 2007

"Declaracionismo" de campaña

No hay nada más gustoso de ofrecer declaraciones que un político en campaña. Basta con que observe un micrófono cerca para, obsequioso, buscar ser presa del reportero que tras cualquier interrogante procura lo que en nuestro argot se considera “un palo”.
Algunos políticos que tienen aspiraciones, sin embargo, cuentan con notorias limitaciones intelectuales para ser exponentes del declaracionismo de estos tiempos de campaña, lo que les obliga a auxiliarse de consultores que ponen a rodar su imaginación para que su contratante esté bien posicionado en los medios.
A veces, y eso no lo entienden mucho, el declaracionismo no es buena cosa porque no debe olvidarse aquello de que “el que mucho habla mucho yerra”, y es la causa por la que vemos a políticos “opinando” de temas que no manejan y –simplemente- hacen el ridículo con frecuencia.
Ese mismo declive a buscar posicionamiento hablando de todo un poco es quizás (y sin quizás) la causa básica de que el debate de las ideas políticas haya declinado tanto que lo dominante sea la superficialidad y el trato de temas banales.
¡Y vaya usted a ver!. Nada más inocuo y carente de la facultad de convencimiento que se necesita para hacer campaña que un político hablando de muchas cosas sobre las que solamente conoce superficialidades.
Nunca he olvidado que, hará ya unos cuantos años, uno de mis primeros clientes en las tareas de consultoría política dejó a un lado mis servicios porque parece que le era muy difícil, talvez imposible, asimilar lo que yo insistía que hiciera y que imponía elementalmente la estrategia: Que guardara bajo perfil ante provocaciones de sus rivales.
¡Nooo!. Ese “líder” no soportaba que desde la acera de enfrente le dijeron “esto” y él no pudiera responder “aquello”. Prefirió seguir su ruta sin asesoría para abrazar el declaracionismo de campaña. Han pasado varias elecciones y mi antiguo cliente no ha alcanzado siquiera una candidatura a suplente de regidor.